Quedan pocos días para el primer aniversario de Splatoon, segundo aniversario para Mario Kart 8. Ambos se estrenaron en un 29 de mayo, día de oro para Nintendo. Esta vez no tendremos un contendiente que complete el tridente maravilloso que conforma estas grandes obras, pero por lo menos podemos seguir jugando a estos clásicos modernos.
Como estoy intentando no caer de nuevo en el kartocho por mucho que mis amigos me lo pongan difícil cuando vienen a casa, he intentado convencerles de que merece más la pena ver cómo ha evolucionado la nueva IP e la firma de Kioto, que con los jóvenes nuevos desarrolladores de la Gran N en la cabeza del proyecto, han sabido entender a la perfección qué buscaba el público de Wii U.
Nintendo necesitaba un shooter, pero no valía con hacer un modo multijugador típico donde explotar cabezas de Toad y compañía, eso no tendría ningún sentido. Con la idea de la rebeldía, la velocidad y sencillez, desde Nintendo EAD pensaron que lo mejor sería sustituir la sangre por la tinta y que ésta fuese no solo utilizada como fin sino como medio para eliminar a nuestros rivales y desplazarnos por debajo de la superficie.
La idea me encantó desde el E3 2014. En su momento, cuando salió al mercado hace un año con solo 5 mapas (sigo sin entender cómo le pude echar casi 50 horas a la versión de review que nos mandó Nintendo con tan “poco” contenido), se dejaba ver que le faltaba para ser perfecto no por no haber pulido las mecánicas, que se ha hecho a través de parches, sino por la falta evidente de contenido. Amigos, ahora tenemos 16 mapas, el triple de armas y más del doble de elementos para los Inklings con los que cambiar sus habilidades. Y sí, el modo online funciona mejor y tenemos más modos de juego.
Merece la pena ser reincidentes con Splatoon, que se ha ganado soplar su primera vela con la más sabrosa de las tartas.