Icono del sitio Akihabara Blues

The Division

Destiny me cogió muy por sorpresa. No hablo de su calidad o producción, sino su capacidad de adicción. La mecánica de looting, directamente extraída de Diablo, se mezclaba con una jugabilidad de FPS ligero, enfocado al multijugador, pero no al PvP, sino al cooperativo.

the division

Yo soy de los que no aciertan ni a una diana a 2 metros, por lo que el hecho de poder aniquilar bots controlados por la CPU en cooperativo es todo un plus, al menos hasta que la I de IA signifique realmente algo. Bungie me enamoró con esa fórmula, como ya lo había hecho Respawn con una apuesta similar en fondo como es la de Titanfall. Y ahora ha llegado Ubi, la portadora del honorífico título de Reina del Downgrade, con un juego que parece el primo lejano feo de lo que la compañía francesa enseñó en una infame conferencia pre E3 (una de tantas), pero que engancha como un condenado.

Antes de seguir, dejar claro que, a diferencia del crack de Wiwo, que ya ha conseguido el Platino, yo soy solo nivel 15, llevando poco más de una veintena de horas jugadas. Vamos, que como aquel que dice acabo de empezar; el tema está en que para llegar a esas horas llevo casi 3 semanas de juego, tiempo que considero suficiente al menos para comentar mis primeras impresiones. No es un análisis, no es una disección, solo quería compartir cómo he pasado las horas que le he robado al sueño para disfrutar del que quizá sea el mejor juego que ha sacado Ubi en años, en mi humilde opinión, claro.

Cambia la temática, incluyendo un enfoque excesivamente pro segunda enmienda, pero Destiny y The Division comparten mucho de su ADN jugable. Un MMO ambientado en un futuro desolador en el que la sociedad se ha derrumbado a causa de la propagación de un virus mortal, y en el que una unidad de fuerzas especiales en la reserva es convocada para intentar restaurar el orden. El título, por cierto, se centra en la capital del mundo occidental, Nueva York, posibilitando algo con lo que yo como jugador ocasional de Destiny sueño: un mundo abierto con la excusa de liberar una ciudad entera apoyando a las fuerzas oficiales de seguridad. O casi.

En lo demás, se puede decir que ambos juegos, aún con sus diferencias, son lobos de la misma camada. El enfoque al multijugador cooperativo, relegando el PvP a un segundo plano, el sistema de misiones, dividiendo las incursiones en secciones e incluyendo zonas de no reaparición, el looting… Que conste que esto no es una crítica per se; solo hay que mirar los últimos MOBA para ver que las similitudes de juegos pertenecientes a una nueva escuela pueden ser debidas a las propias características que definen al género más que a la falta de ideas de sus responsables.

En The Division conseguir nuevo armamento, tal y como pasa en Destiny, es una de las motivaciones la principal motivación para seguir jugando, y una de las razones de paso para decidir adentrarte en la Zona Oscura, el único lugar en el que el PvP es posible. Destacar que al principio del juego parece que las armas que lleves sean de paintball, pero a la que vayas subiendo niveles notarás que tus disparos hacen mucha más pupita. Siguiendo con el combate, el sistema de coberturas es el mejor que recuerdo en juego alguno, lo que son palabras mayores. Y aunque por desgracia con el downgrade nos hemos quedado sin esas secuencias de tiroteos en las que, parapetado tras un coche, podías contemplar como este se iba viendo destrozado paulatinamente por las balas, lo cierto es que lo que queda da el pego.

El primer aliciente, más allá del looting, es el leveling. Este es paulatinamente cada vez más satisfactorio al descubrir las mejores formas de ir subiendo a tu ritmo sin mayores contratiempos – al menos en los primeros niveles. La Gran Manzana está dividida en zonas en la que los enemigos se mueven entre unos niveles de experiencia prefijados, lo que permite saber en cualquier momento cómo de duros van a ser los contratiempos que te encuentres por la calle, así como la dificultad de las misiones secundarias y eventos a los que puedas acceder en cada zona.

Y es que recorriendo el mapeado se sucederán un gran número de situaciones, más o menos aleatorios, en los que se requerirá nuestra participación. Realmente consiguen que no estemos sin saber qué hacer durante demasiado rato, pero lo cierto es que no son precisamente variados. Aunque, de momento, en la veintena de horas que llevo no lo he acusado, sino que lo veo como un asumible peaje para subir de nivel / conseguir loot de calidad. Tibu comentaba en su análisis para AKB que a él le ha parecido una piñata rellena de confeti.

Lo enganchado que estoy no me ha nublado la vista, creo, y no me cuesta ver que los gráficos vistos en el E3 en su presentación están varios peldaños por encima con lo que finalmente se ha puesto a la venta, respetando lo que ya viene siendo una triste tradición de Ubisoft – aunque otros como CD Projekt RED, con The Witcher 3, siguieron por desgracia el ejemplo.

Pero tengo que ser justo e intentar, al menos, tener algo de perspectiva. Ubi, a pesar de las pegas – resumidas en el downgrade y el estar borracha de Destiny, se ha sacado de la manga, en mi opinión, un gran juego, un robavidas que toma prestados algunas de las mejores cosas de Destiny, pero que también soluciona parte de sus problemas. The Division es la redención de la compañía francesa en mi corazón de jugador, que, a pesar de todo, no puede menos que concederle una segunda oportunidad a una empresa que ha abusado de la comunidad explotando sagas o esquivando los riesgos para asegurar los tiros comerciales. Sí, nada que reprochar desde el punto de vista empresarial, pero la comunidad de jugadores deberíamos exigir si no innovación, sí progreso. Y The Division aporta cosas, aunque no sea una revolución.

Salir de la versión móvil