Anécdota real sucedida el 07/07/2008 a las 23:42
Llego a casa tras el correspondiente día de madrugón, trabajo, recados y cena, todo ello agravado por el hecho de que es lunes y el fin de semana, precisamente este, no has dormido demasiado. Pero claro, el cansancio no va a conseguir que me prive de mi partidilla diaria, aunque desde hace ya más de lo que recuerdo estos momentos de ocio nocturno ya sean casi más a lo doggy style que con rosas, champán y tequieros a la luz de la luna. Cosas de la edad. Jugar tan hecho polvo es casi más una muestra de adicción que un placer… Si es que se pueden separar ambas cosas.
En fin, que conecto mi pesetres entre bostezos a lo San Bernardo, recupero la partida de Top Spin 3 con la que intento hacerme una idea de qué va el juego con sesiones de 10 minutos – empiezo a sospechar que es deportivo, dos sesiones más y lo analizo con garantías – y me dispongo a enfrentarme a mi siguiente rival en la árdua disputa por completar el primer torneo del modo carrera. Nivel «Normal» de dificultad, enemigos que no lo son tanto y partiditos a 3 juegos, para que la cosa no se alargue demasiado. Que jugar 6 horas al tenis sólo es divertido si lo hacen otros por ti y se llaman Federer y Nadal.
Supero el primer partido sin demasiada historia. Unos cuantos passing orgasmo shots, alguna volea y muchos mistos me llevan al triunfo, sin florituras, eso sí, porque todavía no me acostumbro al sistema tan de simulador de Top Spin 3. Yo, adicto al primer juego de la serie como pocos, y ahora relegado a un status de parvulitos por unos controles tan exigentes. En fin, es lo que hay. Me animo entre bostezos a jugar otro partido, ya el de semifinales. No son las 12, hay tiempo. La cosa empieza parecida. Los dos primeros juegos son un paseo triunfal. En el tercer juego, con el saque en mi favor, ya empiezan los problemas. Estaba yo sacando y de repente me doy cuenta que tengo los ojos cerrados. Malo. Porque un servidor ha hecho el test de hardcore gamer y no ha salido precisamente bien parado. Vamos, que necesito mirar la pantalla para poder jugar a un juego.
Abro los ojos y descubro que voy perdiendo 0-30. Mierda. Intento concentrarme para recuperar los puntos perdidos y consigo plantarme 40-30. Pero entonces me vuelvo a quedar frito. Lo sé, básicamente, porque me despiertan los gritos del público aplaudiendo la ventaja que acaba de conseguir mi adversario. Joder, joder. Y yo que sólo quería jugar un partido y acabar aunque fuera el primer torneo del juego antes de que sacaran la cuarta parte. Afianzo mi postura en la silla, parpadeo bruscamente para intentar despejarme y consigo el segundo juego. 3 de 3, un partido menos para superar el primer campeonato. Si no tenemos en cuenta el nivel de dificultad ni que es el primer torneo del juego, todo un logro. Hasta me extraña no ver el pop up indicándome algo como «Asesino de Morfeo» o algo así. Apago la consola y miro el reloj: He jugado 10 minutos y ya me estoy durmiendo. Si no tuviera tan claro que Top Spin 3 me gusta lo interpretaría como un mensaje subliminal, pero tengo claro que la culpa es de mi poco entrenado cuerpo y no del arte y salero de 2K Games. Si es que ya no soy un zagal…
Fotografía de cabecera | Dunny