Las comparaciones son odiosas, pero cuando se trata de juegos de calidad y otrora exclusivos, tienen bastante miga, aunque sea para mantener vivo el debate entre los jugones. Las diferencias gráficas entre las dos versiones consoleras de Bioshock son prácticamente nulas, aunque no hay que ser un lince para comprobar que una de ellas, siguiendo la tónica de esta generación, parece verse algo mejor. Las otras diferencias residen en que una necesita 5 GB de disco duro y 10 minutos de instalación para ser jugada (PS3) y la otra salió al mercado hace poco más de un año y cuesta la mitad. Si tuviera ambas máquinas no me lo pensaría…