Blasphemous era, posiblemente, el videojuego español más esperado de la última década. Porque vivimos en un país de tradiciones y nunca antes las habíamos imaginado de una manera tan salvaje y retorcida. Estábamos deseando comenzar la penitencia, aunque no sabemos cómo va a terminar.
La santísima trinidad
No, no me refiero a ninguna imagen propia del ambiente cofrade, sino a tres de los nombres propios en los que Blasphemous se inspira: Metroid, Castlevania y Dark Souls. Casi nada. The Game Kitchen apenas necesitó cinco minutos hace un par de años para grabar en nuestra retina lo que acabaría siendo su idea más íntima. Una idea compatible con mirar de reojo a los grandes referentes de un género y analizar en profundidad con qué debe quedarse de cada uno de ellos.
Cuando hablamos de metroidvanias todos tendemos a visualizar un conjunto en el que exploramos un mundo bien diseñado, repleto de secretos y con ubicaciones conectadas entre sí. También pensamos en un personaje cuyas aptitudes van mejorando con el paso de las horas o lugares inaccesibles a los que nos tocará volver en un futuro. Y todo eso —y más— es lo que nos espera en la nueva apuesta del estudio sevillano. Porque Cvstodia no solo es un lugar inhóspito capaz de hacer realidad las pesadillas de los más devotos; también es el nombre de un fantástico trabajo en cuanto a diseño de niveles.
«Arrepentirse de los pecados que se han cometido, confesarlo a un sacerdote para obtener la absolución y tener el propósito de no volver a actuar mal en adelante». Esta es la definición que podemos encontrar en cualquier diccionario en el que aparezca la palabra penitencia. Y nuestro protagonista atiende al nombre de Penitente. Porque todos hemos pecado alguna vez y la llegada de Blasphemous nos brinda una oportunidad perfecta para arrepentirnos, confesarnos y ¿obtener la absolución?
Soy consciente de lo redundante que resulta hablar de Dark Souls por enésima vez, pero, asimismo, considero necesario destacar la fuente de la que —a diferencia de otros— The Game Kitchen ha decidido beber para inspirarse: la críptica. Porque no creo que en pleno 2019 vayamos a descubrir a Caltlevania o Metroid. Tampoco haremos lo propio con el fenómeno de From Software. No obstante, sí que resulta muy interesante comprobar cómo se ha empleado uno de sus elementos más característicos, pero quizás menos aprovechados por los incontables estudios que se dejan abrazar por los tentáculos de la oscuridad.
Blasphemous puede completarse en unas diez o doce horas, pero descubrir todos los secretos que se ocultan en Cvstodia puede disparar esa cifra hasta el punto de doblarla. Y es que, al igual que lo visto en los trabajos de Hidetaka Miyazaki, aquí también es necesario prestar especial atención a todos los detalles, no hacer caso omiso a las descripciones de todos los objetos y saber leer entre líneas cada vez que un personaje se digna a espetar cuatro frases. Personalmente, esta decisión me parece todo un acierto; una apuesta valiente que se desmarca de los que buscan desesperadamente ser comparados con una de las franquicias de moda.
Una personalidad arrolladora
Más allá de lo que puede parecer a simple vista, e incluso durante los primeros compases del juego, hay que destacar que Blasphemous es como el buen vino; mejora con el paso del tiempo. Sin entrar en demasiados spoilers, haceros la idea de que la historia cuenta con un punto de inflexión perfectamente marcado. No es hasta entonces cuando el título de The Game Kitchen pone toda la carne en el asador.
Todos los elementos del juego ganan en variedad y profundidad conforme avanzamos y la penitencia se va completando. Porque inicialmente apenas necesitamos habilidades de exploración, ataques especiales o aumentar nuestras aptitudes. Ni siquiera terminamos de comprender muy bien cómo funcionan los objetos clave. Todo eso mejora notoriamente con el paso de las horas y el resultado es un círculo que se cierra hasta atrapar en su interior un conjunto formado por engranajes que giran a la perfección.
Durante los primeros compases, uno puede quedarse con la sensación de que los caminos son relativamente lineales, de que el sistema de combate peca de sencillo y de que, en definitiva, la experiencia está más cerca de cualquier entrega de Castlevania anterior a Symphony of the Night, que de un metroidvania propiamente dicho. Nada más lejos de la realidad; en cuando las espinas de la penitencia comienzan a hacer que el cuerpo sangre, el juego comienza a ganar en profundidad.
Sin ir más lejos, los combates más exigentes requieren destreza, un buen equipo y la capacidad para medir los tiempos y detectar cuándo mejor realizar un contraataque o alejarse de la posición del adversario. Lo mismo sucede con las mecánicas de exploración, marcadas por las habilidades que permiten cruzar zonas ponzoñosas, sobrevivir a los efectos de las toxinas o visualizar caminos ocultos para el ojo humano, entre otros detalles.
Blasphemous es un metroidvania muy equilibrado que no descuida ninguno de sus apartados. Además, el estudio sevillano ha llevado a cabo un gran trabajo a la hora de balancear las mecánicas y lograr que ninguna de ellas acapare demasiado protagonismo a costa de otras. Hasta veinte horas —puede que alguna más— de contenido bien diseñado y un ritmo que solo es capaz de romper el sentimiento de culpa o lo que es lo mismo: la muerte.
Desde Sevilla con amor
Antes de finalizar estas líneas, voy a tomarme la libertad de contaros una anécdota. La semana pasada iba con mi padre en coche y un conocido me estaba preguntando por el juego. Intercambiamos algunos mensajes de Twitter en el que se incluían diferentes imágenes del juego y en una de ellas aparecía un lugar inconfundible; un puente que todo sevillano conoce como la palma de su mano. Le comenté a mi padre que pronto llegaría un videojuego ambientado en el folclore español y le enseñé dicha imagen. «Niño, pero si eso es el Puente Triana», fueron sus palabras.
Dudo que mi anécdota tenga interés alguno para cualquiera de vosotros, pero, en mi modesta opinión, creo que es el reflejo de que es un título es único. Porque no existe absolutamente nada igual en el mercado. España es un país de tradiciones y, sin entrar o no en debates estériles sobre su ¿aceptación? en pleno Siglo XXI, disfrutar de un título que coge todo lo que muchos hemos vivido —nos guste o no— y lo retuerce hasta la más atroz de las versiones que podáis imaginar es una sensación única. Además, no penséis que contar con un trasfondo tan especial era suficiente para triunfar; eso nunca habría sucedido si Blasphemous no fuera un videojuego fantástico. [91]