La alargada sombra de H. P. Lovecraft continúa ejerciendo influencia sobre el videojuego. En esta ocasión, la oscuridad se ha ceñido sobre Cyanide Studio, los últimos valientes que han aceptado el reto: abordar una licencia extremadamente exigente. Viajamos a Darkwater y os contamos todo sobre Call of Cthulhu.
Una obra difícil de tratar
Los mitos que la mente del padre del horror cósmico concibió durante 1921 y 1935 llevan muchos años acompañándonos a través del videojuego. Son muchos los desarrolladores que se han dejado seducir por las sinuosas formas de lo desconocido, tratando de ofrecernos diferentes visiones de una obra interpretada por todos, pero comprendida por nadie. Cuando un autor decide abordar los Mitos de Cthulhu, en aras de sumergirnos en un universo fascinante en el que realidad y ficción mantienen una estrecha relación, nadie queda indiferente y poco tarda en aparecer la controversia. Resulta complicado partir de algo que «todos conocemos» y ensamblar una historia que, como es habitual —y necesario— tiene que tomarse sus propias licencias. Y, aun así, tenemos la osadía de atrevernos a cuestionar «lo que es correcto y lo que no». Cualquiera diría que estamos hablando de algo que escapa de los límites del conocimiento humano…
Aunque la mitología lovecraftiana es tan rica como inabarcable, la gran mayoría de las obras que se inspiran en ella apuestan por girar en torno a la figura de Cthulhu, la entidad más popular —aunque no la más poderosa— que podemos encontrar entre los Primigenios. Una criatura que, como ya sabéis, es representada históricamente como un cefalópodo de grandes dimensiones y adorada por La Semilla Estelar de Cthulhu, el culto de seguidores que un día cimentó la ciudad sumergida de R’Lyeh y encargado de materializar los deseos de su caprichoso dios. Tranquilos, en estas líneas no pretendemos abrir un debate sobre la manera correcta de pronunciar su nombre…
Alone in the Dark, Prisioner of Ice, The Statement of Randolph Carter, Shadow of the Comet, Eternal Darkness: Sanity’s Requiem, Bloodborne, Sherlock Holmes: The Awakened o el homónimo del título que tenemos entre manos, acompañado del sobrenombre The Dark Cornes of the Earth son algunos de los títulos más populares que apuestan por adentrarse en la obra de Lovecraft. Cada uno a su manera, con mayor o menor acierto, pero con los ingredientes necesarios para lograr trasladarnos a un mundo de ensueño, en el que los conceptos de tiempo y espacio son tan difusos que no resulta fácil afirmar lo que es real y lo que no. En esta ocasión, tenemos entre manos un título cuyo nombre es toda una declaración de intenciones: Call of Cthulhu, de Cyanide Studio, el juego perfecto para disfrutar durante la noche de Halloween.
Un día más en la oficina
Un día más preso de su frustración, ahogando las penas en alcohol y con la única ambición de retrasar el sueño el máximo de horas posibles. Así es la monótona vida de Edward Pierce, un detective privado en horas bajas que, si no tiene suficiente con caminar sobre la cuerda floja en lo que a posibilidades laborales se refiere, parece condenado a presenciar la misma pesadilla cada noche, una y otra vez. Nuestro protagonista, angustiado por la presión que ejerce la cúpula de la agencia para la que trabaja, amanece cada día con la esperanza de que aparezca un caso capaz de elevarle al lugar que un día perdió y, más importante aún, de recuperar la confianza en sí mismo.
Dicen que dios —el cristiano— aprieta, pero no ahoga; una buena mañana, y justo después de recibir una llamada de nuestra malhumorada supervisora, en la que nos recuerda que estamos al filo de la navaja, aparece un hombre de avanzada edad dispuesto a ofrecernos un caso que podría ser nuestra salvación. Eso sí, aceptarlo conlleva diversos riesgos, si tenemos en cuenta la inestabilidad emocional que venimos atravesando durante los últimos meses. Y es que nuestro principal cometido no es otro que investigar, precisamente, un caso cerrado oficialmente por las autoridades: la muerte de la familia Hawkings, especialmente la de Sarah, hija de nuestro cliente.
El padre de Sarah, convencido de que el incendio que acabó con las vidas de ella, la de su hija y la de su marido no fue un accidente, trae consigo un óleo sobre lienzo ante el que no podemos pasar desapercibidos. Ni nosotros, ni ninguno de los coleccionistas más excéntricos de la isla de Darkwater, lugar en el que se ubica la finca de los Hawkings en la que aquel fatídico día sucedió lo que ya sabéis. Y es que la obra, pintada por la propia Sarah —artista perturbada a todas luces—, resulta demasiado grotesca como para pasar desapercibida, pues muestra la figura de una misteriosa entidad, cuya apariencia no invita a pensar que se trate de una persona humana, amenazando a una mujer y generando a su paso una tormenta de fuego ¿Podría tratarse de una escena premonitoria? Inquietante, cuando menos. Sea como fuere, por alguna razón que no terminamos de comprender, decidimos aceptar el caso y embarcarnos en un viaje a la recóndita isla. No sabemos qué nos vamos a encontrar, pero, en el fondo, sentimos el deseo de investigar y remover el pasado; sentimos que estamos ante una cita con nuestro destino.
Nada es lo que parece
Desde la proa de nuestra embarcación podemos avistar las primeras fuentes de luz que atestiguan nuestra llegada a la isla de Darkwater. Un lugar ficticio ubicado en algún punto de la costa de Boston (Massachusetts). Las inmediaciones de la Mancomunidad situada en la región noreste de Estados Unidos siempre han sido las zonas más recurridas en los Mitos de Cthulhu: Arkham, Dunwich, Innsmouth… Son varias las ciudades malditas que tantos años llevan atrapándonos, y en esta ocasión o iba a ser menos. Aunque nuestro objetivo no es otro que adentrarnos en la desolada mansión de la familia Hawking, no hay que olvidar los buenos modales, así que lo primero es lo primero: nos disponemos a saludar —aunque realmente solo buscamos sacarles algo de información— a los habitantes de Darkwater, un lugar pequeño, pero con encanto. Con una acentuada tradición pesquera y claramente gobernada por dos familias nobles, la isla presenta un aspecto sobrio que, por alguna razón difícil de explicar, nos hace sentir cómodos entre sus tranquilas calles, ¿será la calma antes de la tormenta?
Aunque durante los últimos meses hemos visto varios vídeos del juego, no resultaba fácil determinar qué tipo de propuesta acabaríamos teniendo entre manos. Esto es algo en lo que me gustaría hacer hincapié con un aviso para navegantes: no estamos ante un survival horror, ni tampoco ante un FPS. Ni siquiera estamos ante un título en el que la acción sea protagonista. Si tuviera que definir a Call of Cthulhu en un solo género, la manera más acertada de calificarlo sería llamarlo RPG… y aun así habría diversos matices que abordar. Personalmente, pienso que Cyanide Studio acierta de pleno a la hora de ofrecernos un producto que brilla por la sinceridad de su propuesta; tiene muy claro qué quiere ser, alejándose de cosas que, seguramente, no habría sido capaz de abarcar. Tenemos entre manos un título variado, intenso y capaz de ensamblar a las mil maravillas todas y cada una de las piezas que conforman su conjunto.
Como no podía ser de otra forma, el principal atractivo del juego es su historia, la cual es capaz de atraparnos de inicio a fin no solo por la calidad de su escritura, sino por la cantidad de conversaciones —y su fantástica traducción— que nos toca librar con los diversos personajes a los que conocemos a lo largo y ancho de Darkwater. La narrativa, tanto por la contundencia de las escenas de vídeo como por el ritmo con el que se desarrolla el guion, nos enganchan sin remedio gracias a la incertidumbre que nos acompaña en todo momento. Por si fuera poco, la cantidad de opciones de diálogo que tenemos a nuestra disposición, marcadas por el progreso en lo que a personalización de nuestro personaje se refiere, terminan dando lugar a una experiencia de la que nos sentimos partícipes en todo momento. En este aspecto, el trabajo de Cyanide Studio a la hora de salir airoso de la ardua tarea que supone la conexión entre jugador y protagonista es digno de aplauso. En Call of Cthulhu, el que tiene el mando en sus manos es el primero en desear descubrir la verdad; el primero en sentir la llamada.
Acerca de las posibilidades a la hora de alterar el devenir de la conversación, disponemos de un completo menú de habilidades entre las que podemos encontrar las ramas de elocuencia, medicina, ocultismo, investigación, fuerza, percepción, psicología… Progresar en el juego, ya sea resolviendo puzles, encontrando pistas o solventando diversas situaciones ganamos puntos de experiencia que podemos destinar a mejorar un apartado u otro en función de nuestras necesidades. Dependiendo del lugar y momento, nos veremos inmersos en interrogatorios en los que nuestra especialización puede resultar trascendental de cara a obtener una respuesta que arroje un poco de luz sobre las múltiples dudas que nos inquietan. Porque, como resulta evidente, la historia se va retorciendo hasta límites inimaginables, llegando a un punto en el que cuesta diferenciar lo que es real y lo que no. Mención especial merecen los personajes que nos acompañan, que destacan por lo bien que se ha trabajado con ellos. Su personalidad, lo mucho que tienen que contarnos y su desarrollo durante la historia nos hacen interesarnos constantemente por ellos. Especialmente, por su pasado…
Aunque estamos ante un RPG, hay que decir que, a pesar de contar con diversas opciones durante las numerosas conversaciones que nos toca entablar, no estamos ante una experiencia demasiado profunda. Sí, es cierto que nuestras respuestas pueden condicionar algún que otro suceso próximo, pero, aun así, las consecuencias de nuestros actos no alcanzan esas cotas de relevancia que podemos encontrar en esos títulos del género a cargo de estudios como Larian, Obsidian o inXile, entre otros. De todos modos, la propuesta de Call of Cthulhu es muy sincera consigo misma, y es que en ningún momento pretende que el jugador cree su propia historia; lo que busca es hacernos partícipes de un thriller en el que podemos dar rienda suelta al pensamiento libre, interpretando los factores más importantes de la manera que consideremos oportuna.
La cantidad de documentación que podemos encontrar también aporta detalles muy interesantes —algunos indispensables— de cara a comprender todo lo que sucede a nuestro alrededor. Y es que la exploración es una de las piedras angulares del juego, a pesar de apostar por una serie de entornos cuya extensión se ve reducida frente a propuestas de carácter similar. Una carta que escribió un determinado personaje, un libro de medicina, una fotografía… Son muchos los objetos que se ocultan a lo largo y ancho de los diversos emplazamientos que nos toca recorrer. Porque, aunque los primeros compases del juego se suceden en el puerto de Darkwater y nuestro objetivo principal es adentrarnos en la finca de los Hawkings, hay muchos más lugares por explorar. Probablemente, el Talón de Aquiles de esta aventura se encuentra en el diseño de niveles y se debe a la irregularidad de los escenarios. No estamos ante un título de mundo abierto; más bien, tenemos varias zonas que gozan de un tamaño considerable. Generalmente, los lugares clave presentan un diseño interesante, ocultan secretos y nos obligan a resolver algún que otro rompecabezas, pero, lamentablemente, también tenemos otras ubicaciones más lineales que no dan mucho de sí, actuando como un mero trámite que actúa como transición entre un capítulo y otro.
En cuanto a mecánicas jugables, el juego es bastante variado: interrogatorios, secciones narrativas propias de un «walking simulator», escenas de investigación en la que tenemos la ocasión de recrear los perfiles de los implicados a través de recuerdos e incluso partes en las que el sigilo es el principal protagonista. En este sentido, más que falta de inspiración, pienso que ha faltado un poco de ambición a la hora de explotar las posibilidades del juego. Especialmente en lo que a investigación se refiere ¡No me extraña que Pierce esté al borde del despido! Chascarrillo al margen, la realidad es que es una auténtica pena que estas secciones no encierren dificultad alguna, convirtiéndose en un puzle bastante guiado pensado para que detectemos todos los secretos con suma facilidad. A veces, nos vemos inmersos en momentos en los que el ambiente se vuelve turbio, sabemos que algo ha sucedido en nuestra posición y pasamos a una especie de estado de concentración en el que repasamos los hechos acontecidos gracias a nuestras cualidades detectivescas.
El problema es que al final, todas estas situaciones se resuelven interactuando con varios puntos brillantes, pensadas por y para que el juego nos cuente qué pasó, dejando en el olvido eso de investigar por nuestra cuenta.
La cara de la moneda la encontramos tanto en las ya citadas secciones narrativas —brillantes— como en los capítulos diseñados para que el sigilo tome el protagonismo del juego. En este aspecto, personalmente pienso que Cyanide acierta de pleno al plantearnos un diseño jugable de lo más clásico. Un «si estamos a su espalda, no puede vernos» en toda regla. ¿Simple? Mucho, pero mejor eso que meterse en un terreno del que difícilmente habría salido bien parado. Hay momentos en las que debemos ocultarnos de nuestros perseguidores mientras buscamos objetos o tratamos de alcanzar un determinado lugar, y lo cierto es que han sido solventados con acierto gracias a la sencillez de la mecánica; de lo único que debemos preocuparnos es de que el enemigo no conecte visualmente con nosotros de manera frontal.
El desarrollo de Call of Cthulhu es bastante variado y hay ciertas mecánicas de las que ni hemos hablado, ni vamos a desvelaros. Sería imperdonable arruinaros la sorpresa, pero, si algo podéis tener claro, es que el juego siempre se guarda un as en la manga capaz de sorprendernos. El equilibrio entre la piedra angular —su historia— y el resto de mecánicas da lugar a una experiencia tan gratificante como imprevisible. Especialmente en lo que a la «locura» se refiere. Porque la pérdida de cordura puede llevarnos a experimentar momentos muy enriquecedores. En ocasiones, no es fácil distinguir realidad y ficción, y el juego, de una forma similar a lo que vimos en Eternal Darkness: Sanity’s Requiem allá por 2002, siempre está dispuesto a ofrecernos uno de esos detallitos capaces de conquistarnos, pensados por y para los amantes del horror cósmico que el maestro de Providence desató durante el primer cuarto del Siglo XX.
Un «sleeper» de otro mundo
Resulta innegable que el título a cargo de Cyanide Studio lo tiene muy complicado para trascender en el mercado. Y es que al tratar de coincidir en el mismo espacio-tiempo —nunca mejor dicho— con nombres de gran calado como Call of Duty: Black Ops IIII, Red Dead Redemption II o el inminente Battlefield V, entre otros, uno asume el riesgo de pasar desapercibido. Y sería una pena, porque Call of Cthulhu no solo es una más que digna adaptación de la obra; también es un juego que cuenta con argumentos más que suficientes para hacer las delicias de cualquier amante del ocultismo y, por ende, de cualquiera que guste de las historias de terror y misterio.
El estudio galo ha decidido guardarse muchas sorpresas bajo la chistera, especialmente en lo que al apartado jugable se refiere. Muchos, entre los que me incluyo, esperabámos un juego de terror en el que la acción acabaría haciendo incursión, algo muy habitual en el género durante los últimos años. Nada más lejos de la realidad; estamos ante un RPG que presume de contar con una historia bien narrada —y escrita— capaz de conquistar a todos los que, en alguna que otra ocasión, nos hemos dejado seducir por lo desconocido. Todos tenemos dudas existenciales, y Call of Cthulhu esconde respuestas para algunas de ellas. Si no tenéis miedo alguno a vuestro destino, no dudéis en dejaros envolver por los tentáculos de la verdad. Porque ya sabéis que «En su morada de R’Lyeh, el muerto Cthulhu espera soñando» [85]
brutal el análisis, que manera más soberbia de escribir Roberto, bravo!!! y que ganas de jugarlo.
Excelente análisis, Roberto. 😉
Este es uno de los títulos que tengo apuntados para pillar seguro; eso sí, cuando baje de precio, que últimamente tela.
Grande Roberto, dándolo todo para tenerlo listo para su lanzamiento. Bravo!