En esta época del año siempre me apetecen dos cosas, ver Over The Garden Wall y jugar algo tranquilo. El año pasado, cuando no estaba con Red Dead Redemption 2, jugué bastante a Minecraft. Este año pensé que Lonely Mountains: Downhill sería una buena opción, que sería un buen juego chill. El caso es que ha resultado ser mucho más.
Los controles en Lonely Mountains, al igual que su apartado visual, son sumamente sencillos, posiblemente heredando la simpleza jugable y estética de los juegos para móvil que publicó el estudio alemán hace unos años. Parece, sobre todo en la jugabilidad, que se ha despropiado a la obra de cualquier elemento sobrante, que se ha reducido a lo esencial. Solamente podemos acelerar, frenar, controlar la bicicleta por el escenario en 3D y dar un pequeño esprint cuando lo necesitemos. No hay saltos, no hay trucos… nada más que lo necesario.
El juego nos da a elegir entre un par de opciones para dirigir nuestra bici, ambas mediante el joystick. La primera y que menos recomiendo la dirigirá hacia donde apuntemos. La segunda, que puede llevarnos algo más de tiempo para adaptarnos, la girará hacia los lados tomando siempre como referencia la visión del ciclista. Al principio es normal que nos sintamos desorientados, no hay ningún control recomendado o por defecto, cosa que me suele incomodar cuando empiezo a jugar algo nuevo. Estoy a favor de que se ofrezcan variables en los controles en pos de una mayor accesibilidad, pero agradecería alguna recomendación que me ayudase con mi indecisión.
En el avance que escribí hace un par de semanas, comenté que me imaginaba a Lonely Mountains: Downhill como algo similar a Superflight. Pero hay algo en este último que ha sido un acierto para Lonely Mountains no repetir, los escenarios procedurales. Con la generación procedural al final siempre pasa lo mismo, crear un algoritmo que genere paisajes a la altura de los modelados manualmente es imposible. La belleza de lo natural está en los detalles, en las singularidades, y estos algoritmos se quedan en los grandes rasgos. La práctica totalidad de los paisajes por los que descendemos en Lonely Mountains: Downhill están muy bien diseñados. Incluso la morfología es ligeramente distinta según el bioma en el que nos encontremos. Por eso, cuando paramos a descansar, sentimos que realmente estamos en mitad de la naturaleza.
En Lonely Mountains hay cuatro montañas, cada una con cuatro rutas. Estas rutas, al menos en su primer descenso, están pensadas para jugarse en un orden concreto. La idea es que haciendo ciertos desafíos relativamente sencillos en una ruta (Recorrerla en menos de x tiempo o con menos de x accidentes) vayamos desbloqueando nuevas rutas. Pero si bien hay una linealidad evidente en la estructura de los niveles, en su interior hay una absoluta libertad. Y aquí es donde reside la clave de Lonely Mountains: Downhill.
Decía en el primer párrafo que la obra que hoy nos ocupa ha resultado ser mucho más que un juego relajante. Me explico. Podemos dar paseos relativamente tranquilos por las rutas que el título nos presenta, pero estas rutas están llenas de atajos y caminos alternativos. Según el camino que escojamos correremos más o menos riesgo. Normalmente, a mayor riesgo, mayor es el atajo y el tiempo ahorrado. Nosotros podemos elegir nuestro propio ritmo, podemos dar un paseo o podemos jugarnos la vida bajando la montaña a toda velocidad. Representando estos dos modos de juego aparecen dos tipos de desafíos: Los de tiempo y los de accidentes. Los primeros para completar la ruta lo antes posible y los segundos para ir tranquilos y disfrutar del paisaje sin fallar demasiado.
Pero, incluso en su vertiente más extrema, Megagon quiere que te sientas cómodo jugando Lonely Mountains. Los checkpoints están muy bien repartidos y no supone una molestia repetir una sección tantas veces como haga falta. Incluso, en los desafíos de accidentes hasta que no llegas al primer checkpoint no empiezan a contar para que no tengas que repetir el nivel. Porque quieren hacerte sentir bien y que sencillamente te diviertas jugando.
Lonely Mountains: Downhill es un arcade orgulloso de serlo, humilde, honesto y sin complejos. Un juego que, como la bicicleta en sí misma, te abre dos caminos muy diferentes y, elijas el que elijas, sabes que vas a pasar un buen rato y disfrutar. Porque, al final, de eso va Lonely Mountains: Downhill, de escoger el camino que prefieras. [9]