Summer in Mara entretiene por su jugabilidad creativa y cautiva con su historia y personajes. Un viaje luminoso y estimulante que encantará a los más pequeños de casa y a todo aquel que guarde aún ternura en su corazón. A pesar de su sencilla base y ciertas torpezas de diseño acompañar a nuestra protagonista en su periplo es la MAR de reconfortante.
Welcome to Mara
En Summer in Mara una pequeña y vigorosa pirata se cuela en el mundo de los adultos. Se llama Koa y lleva su propia granja en una isla, surca los mares en su pequeño barco e irrumpe en la vida de cada hombre o mujer aburrida y/o perdida-por-la-vida con la que se tropieza.
Conocemos a muchos y variopintos personajes, cada uno con su personalidad y sus problemas que tendremos que ayudar a resolver. ¿Cómo, dices? ¿Te suena el término de recadero? Pues es básicamente lo que harás aquí; pero no por ello es menos reconfortante. Al contrario. Es la mecánica principal sobre la que se sustenta el juego y por la que te dispondrás a explorar el colorido archipiélago de Mara de esquina a esquina. Coloreando esos trayectos tenemos escenarios idílicos, personajes carismáticos y diálogos que no solo sirven para describirnos las tareas, sino también para conocerlos.
Charming summer
Si algo tiene Summer in strong es encanto. Una cualidad que, además de en sus diálogos, también se refleja en los diseños de cada personaje y en uno de los apartados que más desapercibidos suelen pasar en los videojuegos: su música. Las melodías de Paco Mitos se unen y armonizan con el colorido de los escenarios y la personalidad de sus habitantes. No tienen desperdicio alguno. Todo ello hace que andar de aquí para allá por Mara te acabe hasta curando por dentro.
En el arte y personalidad de la obra de Chibig, noto varias influencias. A Studio Ghibli en el diseño de personajes y en las escasas cinemáticas animadas. A la escuela de Harvest Moon o Rune Factory en sus mecánicas. Incluso One Piece en su espíritu; más allá de la marina o los piratas -conceptos presentes en el juego- son esa bondad, inocencia y altruismo propios del protagonista del manga de Eichiro Oda que se reflejan en Koa, nuestra pequeña pirata.
Obviando sus influencias, la verdad es que en esencia, el juego brilla con su propia luz. Un brillo que se mantiene constante en la mayor parte del juego, pero que por desgracia -para este servidor- se atenúa en algunas partes. Hay, por ejemplo, ciertas costuras sueltas a nivel narrativo. Haku, la abuela de Koa, es uno de los motores principales de la trama y por desgracia no se presenta ni se desarrolla mucho su figura. Por otro lado, las conversaciones que tenemos con el resto de personajes funcionan bien, pero la presentación de estos muchas veces resulta un tanto forzosa. Incluso la introducción al mundo de Mara. Me han faltado mejores puestas en escena a nivel narrativo… y también a nivel jugable; pero de eso hablaré más adelante.
Pirata granjera de Mara
Hacer de recadero/a por escenarios coloridos es entretenido, pero tarde o temprano puede acabar cansando. Por eso contamos con la posibilidad de personalizar, a nuestro gusto y en tiempo real, nuestra propia isla. Este es el segundo pilar sobre la que se sustenta la jugabilidad y donde entramos los amantes de títulos como el anteriormente mencionado Harvest Moon, Animal Crossing o Stardew Valley. Si te gusta el «farming» y el «crafting» y te reconforta sobremanera crear tu pequeño paraíso de vegetales, árboles y animalitos, ya puedes dejar de leer esto y darle un tiento desde ya a Summer in Mara. Lo que ofrece el juego en este sentido está realmente conseguido. La variedad de productos que puedes cultivar, árboles que puedes plantar y objetos que fabricar es sorprendente para un título indie. Me lo he pasado como un crío decorando la isla a mi gusto.
Además de fabricar materiales con hierro, madera, piedra y demás, también podemos cocinar; y todo lo comestible, claro está, se come. Cualquier fruto, vegetal o receta que preparemos la podemos consumir para así rellenar tanto la barra de energía como la de hambre de Koa. Al mismo tiempo, muchas de las cosas que podamos producir serán objeto de entrega de las mencionadas misiones de recadero, por lo que los viajes de isla en isla serán un tema recurrente. Esto, sobre todo a la media/larga, cuando tengas la construcción de tu isla ya bastante avanzada, puede acabar resultando un tanto tedioso.
Muchas veces te encuentras en la situación de volver para plantar algún vegetal. Tienes que esperar a que crezca y volver luego al demandante, total, para que te pida algo que te obliga a ir otra vez para volver de nuevo, etc. Esto se compensaría, por un lado, con escenarios atractivos que explorar en los transcursos. Visualmente, el estilo artístico de Summer in Mara es vistoso y muy colorido, aunque el mundo que recorramos se sienta un poco vacío a ratos. También me pide un poco más a nivel de animaciones, cantidad de elementos en el escenario y número de polígonos. Pero eso me pasa cuando se me olvida que estoy jugando a un videojuego indie. Lo que ya per se es una proeza para Chibig.
Corazón y diseño
Lo que sí me parece que admite margen de mejora es, por otro lado, el pulido de ciertas mecánicas e implementaciones de interfaz. Podemos hacer viajes rápidos accediendo al mapa y pagando una cantidad de dinero. Sin embargo, en ocasiones -no entiendo muy bien por qué- no me lo ha permitido. Sobre todo cuando estaba en medio de un momento clave de la trama, ergo puedo suponer que es para no romper la construcción narrativa. Aunque ha habido ocasiones en las que ni eso lo justificaba, ante todo me ha fastidiado la falta de algún indicativo que me señalara la condición.
De la misma manera, algunas veces, al empezar o al cumplir una misión, la interfaz no se actualizaba debidamente. Si bien situaciones como esta no se repitan tanto como para que supongan una molestia seria, la suma de todo ha afectado a mi experiencia como jugador. Me he topado con irregularidades parecidas en las primeras etapas del juego, cuando estaba descubriendo sus mecánicas. Hay cosas que no se te indican cómo hacer, pequeños hilos sueltos entre tarea y tarea. De eso que te quedas con cara de bobo. «Pero… entonces, ¿cómo hago esta herramienta que me estás pidiendo?».
Me gusta que dejen a uno descubrir las cosas por si mismo. Sobre todo en un juego dirigido, mayormente, a los más peques. Que descubran y se sorprendan por su cuenta. Pero es difícil saber donde termina ese ideal y donde empiezan ciertas torpezas a nivel de diseño y comunicación con el jugador… que creo que las hay.
Aún así, a pesar de esas «costuras sueltas» -entre las que situo también ciertos bajones de frames en mi PS4 slim- en su base y desde una perspectiva general, el juego funciona de maravilla. Cuenta, además, con ideas complementarias que le dan cierta gracia especial al juego. Koa puede, por ejemplo, recoger y reciclar basura o disponerse a encontrar todos los cangrejos mensajeros esparcidos por Mara. Asimismo, el juego trata claramente temas de concienciación medioambiental y social. Otra vez nos encontramos dentro de ese enfoque didáctico dirigido a los más pequeños -y a los adultos también, no nos engañemos- que, sin embargo, no se siente nada forzado y se adhiere armoniosamente a la experiencia base.
Allende los mares
Summer in Mara es una de esas apuestas sencillas y con personalidad que no trae ni pretende traer nada nuevo, pero sí que quiere contar su propia historia. Algo que hacen muy bien en Chibig. Me he sentido feliz y reconfortado por dentro cada una de las veces que he iniciado el juego. El viaje de Koa por Mara es muy bonito y brilla con su propia luz.
A ratos, cuando andaba recorriendo la isla hogar de Koa, mi imaginación me ha pedido una bicicleta, un pogo saltarín o una montura. Pequeñas locuras que en mi opinión le