#CÓDIGOS LITERARIOS: OUR SHARE OF NIGHT, el videojuego

Nuestra parte de noche, de Mariana Enríquez, es una novela que atraviesa el horror con una intensidad literaria y política poco común: esotérica y encarnada, telúrica y familiar, profundamente argentina y universal.

Mariana Enriquez (Buenos Aires, 6 de diciembre de 1973), escritora, periodista y docente argentina, fotografiada por Sebastián Freire

Su estilo narrativo —poblado de símbolos, cuerpos abiertos, mitologías oscuras y emociones ambivalentes— ofrece un terreno fértil para su expansión al medio interactivo.

Inspirado en el libro Nuestra Parte de Noche

El videojuego narrativo Our Share of Night no busca simplemente adaptar la novela de Mariana Enríquez, sino traducir su imaginería y densidad emocional a una experiencia jugable, íntima y aterradora, donde la historia se construye no solo con palabras, sino con decisiones, ambientes y silencios.

Inspirado en títulos como Kentucky Route Zero, Silent Hill 2 o Alan Wake 2, este proyecto combina horror esotérico, drama familiar y crítica política, con un enfoque profundamente literario que remite a escritores como William Faulkner, H. P. Lovecraft, Clarice Lispector o Diamela Eltit, así como al cine de Lucrecia Martel, Claire Denis y Guillermo del Toro. La estética es pictórica y orgánica, húmeda y ritual: no hay jumpscares gratuitos, sino una sensación de presencia latente, de amenaza encarnada, que tiñe cada objeto, cada paisaje, cada recuerdo.

Un descenso íntimo y político

La jugadora encarna a Juan, un médium queer devastado por su conexión con una entidad ancestral conocida como la Oscuridad, y más tarde a su hijo Gaspar, un adolescente que hereda tanto el don como la maldición. La historia se despliega a lo largo de dos líneas temporales —los años 80, marcados por la dictadura, y los 90, en el crepúsculo de esa herencia— y se estructura en seis capítulos que alternan el viaje físico con el descenso simbólico hacia la oscuridad interior.

Cada capítulo se convierte en un espacio emocional y mítico, desde la casa familiar hasta la selva misionera, pasando por hospitales, habitaciones cerradas y zonas donde lo sobrenatural brota con violencia.

Decisiones como heridas

Las mecánicas están al servicio del tono: diálogos que permiten el silencio como postura ética, decisiones que afectan el vínculo padre-hijo, invocaciones de la Oscuridad que tienen consecuencias físicas, sonoras y narrativas. El uso del don no es una herramienta para avanzar, sino una carga que transforma al personaje: cada uso de la Oscuridad debilita a Juan, lo hiere, lo consume.

La exploración se articula a través de objetos cargados simbólicamente —fotografías, cartas, huesos, textos rituales— que desbloquean fragmentos de memoria o activan la presencia de lo innombrable.

Una estética húmeda y ritual

Visualmente, Our Share of Night apuesta por una estética barroca y táctil: vegetación que se funde con el horror, casas húmedas, cuerpos transfigurados. La luz es escasa y orgánica; la oscuridad no es solo un efecto visual, sino un personaje más, casi palpable.

El sonido juega un papel fundamental: murmullos en reversa, ruidos eléctricos, canciones distorsionadas de rock argentino de los 80 y 90, como si Charly García, Virus o Spinetta fueran absorbidos por un culto sobrenatural. El ritmo es pausado y contemplativo, con momentos de terror que irrumpen como visiones febriles, sin advertencia.

Horror y herencia

Los temas se sostienen en la carne: herencia, trauma, represión, deseo, paternidad queer, dictadura, memoria. El cuerpo es canal y resistencia: lo que se transmite no es solo genético, sino simbólico, afectivo, político.

Juan, con su sarcasmo y su ternura, es un hombre roto que quiere proteger a su hijo del mundo que lo destruyó; Gaspar, con su ambigüedad, su sensibilidad y su rareza, es una figura de transición, de posibilidad ética.

Finales posibles

Al llegar al capítulo final, el juego plantea tres grandes desenlaces: la fusión, donde Gaspar acepta el don y lo resignifica como espacio de resistencia amorosa; la ruptura, donde destruye la Orden y corta con la Oscuridad, aunque a un precio personal altísimo; y la continuidad, donde el ciclo se repite, revelando que lo verdaderamente monstruoso es el sistema que naturaliza el sacrificio. Ninguno es completamente bueno ni malo, como en la novela: son variaciones sobre el daño y la posibilidad de transformarlo.

Expansiones y archivos

Entre las expansiones previstas, destacan los episodios desde la perspectiva de Rosario (la médium más poderosa del linaje en Londres, con personajes como David Bowie), Mercedes (la madre que observa sin intervenir) o Adela (la adolescente atravesada por la crueldad y la mística que forma parte del Otro Lado).

También se incluye un modo Archivo, donde la jugadora puede explorar textos ocultos, rituales, cartas y grabaciones que amplían el universo de la Orden. Finalmente, un diario jugable de Juan, que se escribe en tiempo real según sus emociones y decisiones, permite recorrer la narrativa desde su interioridad: un testamento quebrado y poético, a la altura del universo de Enríquez.

Epílogo

Our Share of Night es más que un videojuego: es un ejercicio de escritura expandida, un cuerpo ritual en estado de juego, una manera de recorrer con los dedos el mapa oscuro de lo heredado. No busca respuestas, sino modos de habitar el horror con ternura, con rabia, con deseo.

Almudena Anés (Linkedin) es una narradora española especializada en arte, videojuegos e identidad. Trabaja desde la escritura para indagar la fragmentación y el simulacro.

Carlos Ramírez Cobra es un artista transmedia, escritor y gestor cultural, coordinador de la Plataforma PLACA en México.

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