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Cuphead

Si hay un juego indie (perdonadme por usar esta palabra) esperado por todos es Cuphead; bueno, quizás no lo espere todo el mundo, solo la gente de bien. Este peculiar run and gun comenzó sus andadas allá por el año 2010 y ha sabido atraer las miradas de la industria.

Microsoft les echó el guante y tenemos garantizada su salida al mercado a lo largo del año 2016. En el fondo este primer párrafo no nos importa: todo aquél que conoce Cuphead ya tiene los ojos puestos en él e incluso los hay que se plantean una Xbox One solo por este pequeño título. ¿Qué tiene de especial? Aparte de contar con una de las estéticas más potentes en los últimos años el juego hará las delicias de todos aquellos amantes de los pulgares rotos porque el juego es difícil, difícil con ganas. Imaginad un Dark Souls dibujado por Walt Disney y Willard Bowsky (Betty Boop, Popeye…) y os acercaréis a lo que puede llegar a ser Cuphead.

Lo único que necesitamos saber, y ni eso, es que hemos perdido una apuesta con el diablo y que debemos enfrentarnos a una serie de monstruos para solucionar el embrollo. El Studio MDHR, de los hermanos Moldenhauer, planea hacernos combatir contra treinta jefes no tan finales e ir ampliando la cantidad con sucesivos packs de expansión… Podríamos pensar en el juego como un Shadow of Colossus con Mickey Mouse.

Lo primero que hay que decir sobre Cuphead es que la espera ha merecido la pena. En el año 2014 se mostró en el E3 pero no se permitió a nadie jugarlo y las alarmas saltaron… pues bien, que no cunda el pánico. Cuphead es todo lo que el estudio Studio MDHR prometió, incluso más. Nos encontramos ante un título con una física de lo más refinada donde un milímetro puede salvarnos o condenarnos. Moriremos decenas de veces, ya lo he hecho yo en apenas veinte minutos de juego, pero no notaremos que el flujo de juego se detenga ya que la velocidad de reiniciado es casi instantánea. Podremos desplazarnos por el mapa del mundo en busca de los enemigos que queramos derrotar y no perderemos las mejoras conseguidas al morir. Cuphead busca darnos facilidades pero no hacernos el juego sencillo y es algo que amamos.

El control es fluido y el trabajo de físicas de los Moldenhauer hará que sudemos sangre para sobrevivir a todos y cada uno de los enfrentamientos que tendremos que afrontar. Con las mecánicas de salto, desplazamiento lateral y agacharse tendremos que ser capaces de derrotar a jefes que llenarán la pantalla de enemigos y elementos dañinos. La posibilidad de cambiar entre diferentes tipos de disparos y utilizar diversos ataques especiales nos permitirán afrontar cada enemigo. Os aseguro que derrotar a cualquiera de ellos es merecedor de una medalla.

Enfrentarse al Jefe Zanahoria en compañía puede ser una experiencia mística que fusiona ver Steamboat Willie con nuestro primer enfrentamiento contra el Demonio de Tauro en Dark Souls pero con regusto a Metal Slug o Ikaruga (por solo mencionar dos). La posibilidad, o más bien la necesidad, de jugar en compañía en la misma pantalla convierte Cuphead en un título único que se ha ganado, todavía sin ver la luz, un lugar en cualquier colección. Indispensable.

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