Entrega tras entrega Bethesda nos ha demostrado su maestría al momento de recuperar las populares y clásicas franquicias de id Software. Después de tres entregas de Wolfenstein, la secuela de RAGE y el espectacular regreso de DOOM, era hora de demostrar si este último, uno de los clásicos en el terreno de los First Person Shooters, aún tenía tela de donde cortar.
Un verdadero espectáculo
DOOM Eternal es el nombre que recibe la secuela del título lanzado en 2016. Un retraso importante hizo que el juego llegara en 2020, pero desde su anuncio las expectativas fueron altas. ¿Como superar lo logrado hace unos años?. Pues este nuevo juego es la respuesta a esa pregunta.
Esta entrega del popular FPS mejora muchos aspectos de su predecesor. La historia, los personajes, los enemigos, las armas, los escenarios, la personalización, la jugabilidad, la música, todo se une para entregar un juego redondo, cumpliendo con todo ese hype me fue generando avance tras avance.
Enter the doom slayer
Los demonios han acabado con el 65% de la población mundial. Controlan regiones enteras y la extinción de la humanidad se aproxima poco a poco. Aquí es donde entra nuestro protagonista, el Doom Slayer, que desde su nave espacial busca llegar a los confines de la galaxia, buscando a tres sacerdotes que comandan la invasión demoníaca, para acabar con ellos a su estilo.
El primer punto importante de DOOM Eternal es su historia. Tenemos una narrativa más elaborada, con más personajes y con un motivo de mucho más peso para realizar nuestras acciones. Aquí no es solo matar por matar, es hacerlo para sobrevivir, para salvar la humanidad, para recuperar el planeta.
Es así como este silencioso personaje cuenta con armamento de sobra, pero también muchas habilidades de cara a este enfrentamiento. Comencemos por el arsenal. Nuestro protagonista cuenta con la confiable moto sierra, que nos permite obtener salud y munición de los enemigos. Subfusiles, escopetas, armas de plasma, una recortada con gancho y la siempre confiable BFG.
La mayoría de estos elementos tienen un disparo secundario que vamos obteniendo gracias a unos pequeños robots distribuidos a lo largo y ancho de los escenarios. Estas habilidades secundarias pueden ser mejoradas con tarjetas, que conseguimos eliminando demonios o superando retos, para llegar así a la maestría de arma, que sucede al superar un reto particular.
Este cazador tiene un arma adicional, sus puños. Las glory kills, es decir, esas muertes sangrientas que vienen desde la entrega anterior, recargan una habilidad que permite a nuestros puños hacer más daño, convirtiendolos en armas letales.
Qué bonito desorden
La invasión demoníaca que nos presenta DOOM Eternal ya lleva un tiempo desarrollándose, es así como los diferentes escenarios presentan secuelas de esos cruentos enfrentamientos. Mecas y demonios de gran tamaño yacen muertos por el lugar, dando un contexto adicional al que nos cuentan las escenas cinemáticas.
Un cambio muy grande respecto al juego de 2016, donde dominaban los escenarios industriales y las rojas dunas de marte. Aquí tenemos templos, complejos en terrenos de nieve, lugares consumidos por la invasión. Todo con un nivel de detalle espectacular. No se puede dejar de alabar lo que el motor id Tech es capaz de alcanzar.
Todos estos escenarios se encuentran adornados por diferentes enemigos, unos muy básicos, como zombies y otros algo más complejos, demonios con fusiles, que disparan bolas de energía, otros más pesados con capacidad de hacer daño y algunos con habilidades de soporte. Eso si, todos con una gran inteligencia artificial, que les permite aplicar ataques a corta o larga distancia, haciendo que sean difíciles de alcanzar, por momentos.
Algo que me gustó mucho en DOOM Eternal es que los enfrentamientos nos obligan a variar la estrategia. Los demonios pesados cuentan con puntos débiles, mientras que algunos son más vulnerables a ciertas armas. Aplicar estos conocimientos juntos a nuestras armas y puños es una delicia.
Las zonas infestadas, por así llamarlas, nos obligan a utilizar ese abanico de habilidades. Cambiar de armas constantemente, movernos de un lado a otro, estar atentos a cada punto cardinal por un posible ataque. Cuando terminan los enfrentamientos la satisfacción es máxima.
Recorriendo el lugar
La mayoría de los First Person Shooter pecan por su linealidad. Casi siempre es ir de A a B sin ningún tipo de desvío. DOOM Eternal no desperdicia sus escenarios y cada uno de ellos cuenta con secretos y retos que alargan la vida del título. Tenemos algunos coleccionables, como muñecos, monedas y celdas de energía. Existen un par de elementos que llaman a la nostalgia, porque podemos obtener vidas y cheat codes.
Estos dos últimos se pueden aplicar sin afectar la progresión y la dan un toque vintage interesante. La mayoría de los elementos coleccionables son útiles para obtener mejoras, ya sea en el traje o el entorno, otorgándole mucho valor a la exploración de los interesantes y amplios escenarios.
Eso sí, creo que hay un apartado donde DOOM Eternal peca en exceso. Existen varias habilidades que son innecesarias y parece que fueron adicionadas para rellenar, como para dar sentido a ciertos coleccionables, pero al final es poco lo que aportan a la jugabilidad o que por lo menos no van del todo bien con el estilo de juego que yo manejaba.
Lo que si me gustó mucho fueron las mejoras a nivel de plataformas. Aquí no es solo correr y disparar. También es necesario saltar, trepar, colgarse e incluso pensar, porque algunos coleccionables se encuentran muy bien escondidos. Esto le da una sensación de verticalidad impresionante al juego. De igual manera el mapa es mucho mejor que su precuela, algo que se agradece bastante.
Un momento para escuchar
DOOM Eternal es un puntazo a nivel jugable, pero no se puede dejar de lado la banda sonora. Si los enfrentamientos son geniales, la música que los acompaña los hace espectaculares. Son prácticamente una motivación más dentro del enfrentamiento y nos llenan de energía para acabar con los enemigos.
Es indescriptible esa sensación de moverse por los diferentes puntos del escenario, disparando, esquivando, saltando y acabando con cuanto enemigo se ponga enfrente, mientras en el fondo las estruendosas tonadas de Mick Gordon suenan sin parar. Pero no solo en momentos de acción, cuando las situación se torna calmada, los sonidos le dan mucho más contexto a lo que está sucediendo.
Una sorpresa en cada esquina
DOOM Eternal es una máquina de sorpresas. Desde el primer minuto me dejó con la boca abierta. La forma como los enemigos se van despedazando con cada disparo, el detalle de los escenarios, la cantidad de enemigos en cada horda (y eso que no era la dificultad máxima). El juego es exigente, pero superable.
Cuando uno piensa que lo ha visto todo aparece una nueva arma, una variante de enemigo, un nuevo reto, una nueva habilidad. Prácticamente las sorpresas se acaban solo cuando el juego se termina, el resto del tiempo es un asombro constante.
Conclusiones
A DOOM Eternal ya le pueden ir colgando el cartel como candidato a GOTY. Absolutamente todos sus elementos están diseñados e implementados entorno a su jugabilidad. Nada se siente forzado y el título está pensado de tal manera que se hace necesario ajustar la estrategia sobre la marcha, pero sin ningún tipo de trauma.
El título trae muchas cosas de su precuela, pero mejora otros elementos como la historia y el mapa, además de adicionar, de muy buena manera, elementos como las plataformas, los acertijos y la personalización. DOOM Eternal se siente como el perfeccionamiento de los FPS.
Claro, tiene cosas a mejorar, como el tema que ya mencionaba acerca de algunas habilidades innecesarias o el hecho de requerir conexión a Bethesda.Net, lo que genera que los tiempos de carga sean excesivos por momentos.
Al final es mucho más lo bueno que lo malo. No existe nada mejor que un juego cuyos componentes se ajustan a la perfección, permitiendo así entregar un título con tanta calidad como la que tiene DOOM Eternal. La espera ha valido la pena y de seguir así a esta saga le depara un futuro brillante.[93]