El flirtear con el Fin de la Humanidad ha sido una constante en el cine. Invasores de otros planetas, amenazas bacteorológicas, ataques nucleares, los zombies o, simplemente, una profecía maya… Los videojuegos, quizá por ser un medio menos maduro, quizá no se han atrevido a explorar esta temática hasta hace poco, pero en esta generación, quizá por la mayor potencia de las consolas, nos estamos poniendo las botas.
¿Qué es lo que resulta tan atractivo para el espectador o jugador con el Fin del mundo? Yo, personalmente, opino que es debido a que los que consumimos estos productos somos la parte afortunada del planeta, la que se siente segura en esta sociedad y el considerar que todo lo que damos por supuesto puede llegar a desaparecer nos pone cachondos. Es como fantasear con alguien que sabes que no te tirarás nunca, es el morbo de lo que parece imposible, de lo que no creemos que vaya a suceder.
Por ello creo que con la avalancha de tanto juego de zombies, de Fin del Mundo, como Dead Island, Dead Rising, I am Alive, Left4Dead, Dead Nation o el venidero The Last of Us, los jugadores nos estamos insensibilizando.
Es como cuando no paran de salir desgracias en TV o cada anuncio intenta que salvemos el mundo, al final el impacto emocional se minimiza. El fin de la humanidad ha dejado de ser algo morboso y se ha convertido en, simplemente, un nuevo escenario, como si fuera una nueva Guerra Mundial, en un espectáculo de circo en el que se recurre al gore, a lo grotesco y al drama para volver a llamar la atención perdida por la saturación de la oferta.
Por eso The Last of Us incluye a una niña como coprotagonista. Por eso Dead Island muestra una niña muerta en su trailer. ¿Dónde está el drama si a un tio cachas como el de Gears of War se lo come un zombie? Pobre zombie, seguro que muere de indigestión o le sale un Marcus Phoenix pequeño de la barriga y le destroza desde dentro.
Seguro que seguirán lanzando juegos, películas y series basados en el Apocalipsis, en el Fin de los Días, por lo menos mientras la gente los siga consumiendo. Pero a mi me vas a disculpar si te confieso que buena parte de la gracia que le encontraba a estas historias ha desaparecido y que proyectos como Revolution o The Last of Us me dicen muy, muy poco. Tendré que vivir con ello, claro, al menos mientras el gran público siga pasando por el aro.