Actualmente estamos viviendo la que se podría catalogar como una época dorada de los videojuegos. Hay videojuegos para todos los gustos, de todos los géneros y de incontables estilos, viejos y nuevos, todos ellos diferentes.
Además, tenemos la suerte de estar recibiendo productos de calidad, obras sorprendentes que son capaces de dejar huella en los jugadores. Sin embargo, a día de hoy, los jugadores siguen poniendo el grito en el cielo a causa de una práctica que puede considerarse como extendida en la industria: el downgrade.
Para quien no lo sepa, el downgrade en videojuegos consiste en ofrecer un producto final con una calidad gráfica inferior a la mostrada anteriormente al público. Uno de los casos más sonados en los últimos años es, por ejemplo, el de Ubisoft con Watch Dogs, juego que, por cierto, fue demonizado y crucificado por gran parte de crítica y público, y una de las razones de ello fue el downgrade sufrido, no la calidad del juego.
Son muchas compañías las que enseñan un producto sin acabar al público y tratan de enseñarlo lo más vistoso posible, de decorarlo al máximo para que al jugador le entre por los ojos. A la hora de desarrollar, sobre todo en consolas, las compañías cuentan con unos kits de desarrollo que tienen una mayor potencia que las consolas domésticas que tienen los jugadores en sus casas, por lo que esto les permite más manga ancha a la hora de desarrollar, a pesar de que luego tengan que recortar para que la consola de turno pueda reproducir el juego. Esto quiere decir que muchas veces el producto que se muestra, y que no es final, está mejorado al máximo posible para llamar la atención de los potenciales jugadores. Sí, amigos, es marketing, y es necesario en cualquier empresa si se pretende vender un producto.
Con todo esto quiero decir que se le da más importancia al downgrade de la que se le debería dar. Son numerosos los artículos por parte de muchos medios que critican el downgrade de algún juego o recopilan los casos más sonados de downgrade. Esto, en la época del clickbait y las redes sociales, lo que hace es generar visitas, pero también levanta críticas hacia las compañías por tener que limitarse a un hardware y a sus especificaciones, dato que para muchos jugadores puede ser desconocido, pensando que el desarrollo depende enteramente de la desarrolladora. Es obvio que no se va a poder jugar al mismo juego en una PlayStation 4 que en un PC con 16GB de RAM y una 1080Ti, y es por eso que las desarrolladoras tienen que adaptarse al hardware en el que van a lanzar el juego (sí, por eso hay ports en PC de juegos de consola y viceversa).
A nivel personal, considero que hay problemas en la industria más grandes que el downgrade, como el engaño a los jugadores prometiendo una experiencia y ofreciendo otra totalmente distinta, el tema de las loot boxes a un nivel desproporcionado en juegos premium o el “copia-pega” del mismo juego con diferentes skins para venderlo una y otra vez (práctica muy extendida en el mercado móvil).
No creo que el downgrade influya en la experiencia que ofrece el juego, sino que, más bien, los jugadores están mal acostumbrados a recibir experiencias con gráficos hiperrealistas que impresionan tanto por su realismo como por la sensación de vida que transmiten, y al mínimo cambio con respecto a una versión mostrada en un tráiler que sirve como promoción, muchos jugadores se sienten engañados. Cosa que, como ya he indicado una y otra vez, considero desproporcionada, y más teniendo en cuenta todo el trabajo que hay tras el desarrollo de un videojuego, sea indie o triple A.
El último juego acusado de downgrade ha sido el próximo God of War –que, por cierto, luce impresionante–, pero como él hay muchos otros que han venido antes: el ya mencionado Watch Dogs, Assasin’s Creed, BioShock Infinite y hasta The Witcher 3: Wild Hunt. Todos ellos se caracterizan por ser producciones triple A que exprimen al máximo las especificaciones de la consola o el equipo al que van dirigidas. Sin embargo, como ya he dicho, más allá de adentrarse en los mundos, mecánicas, personajes y narrativa de un juego, muchos jugadores tienden a juzgar el libro por la portada, y de eso vive y se alimenta el downgrade, de los prejuicios.
Varios de los juegos que más me han venido gustando a lo largo de estos últimos años no se caracterizan por tener unos gráficos espectaculares o asombrosos. Sólo hay que echar un vistazo a juegos como Undertale, Life Is Strange, XCOM 2 o Va-11 Hall-A para darse cuenta de que los gráficos no lo son todo. ¿Qué ayudan a sumergirse en la experiencia? Tal vez, pero siempre va a depender del juego al que pertenezcan.
Vivimos en una época en la que los videojuegos, la animación y cualquier producto generado digitalmente han alcanzado unas cotas de calidad que hace años no nos podíamos llegar a imaginar. Juegos como Horizon Zero Dawn, The Last of Us o The Witcher 3 consiguen crear unos entornos espectacularmente detallados que son capaces de quitar el hipo y unos personajes realistas y creíbles a los que acabamos cogiendo afecto. Es normal que a lo largo de un juego haya downgrade gráfico porque los estudios, al fin y al cabo, tienen que atenerse a unas especificaciones, bien por el hardware o para que la mayor cantidad posible de jugadores puedan jugar a sus juegos sin necesidad de gastarse un dineral.
Por todo esto, no dejéis que un downgrade os quite la ilusión que tengáis puesta en un juego, porque sí, los juegos pueden ser más o menos bonitos, pero su función principal es la de entretener al jugador, la de hacerle vivir mil experiencias distintas y conocer a cientos de personajes. Así que no, el downgrade gráfico, que siempre suele ser pequeño y tiende a exagerarse por los jugadores y la prensa, no es importante ni marca la calidad de un videojuego.