Opinión: El Videojuego y el declive del jugador ¡Cómo hemos cambiado!

Un jugador no deja de ser una persona como cualquier otra y, por ende, está expuesta a los cambios que todos vamos experimentando conforme pasan los años. Tendemos a echar balones fuera y culpar al Videojuego. ¿Tenemos razón? Tal vez los únicos que realmente hemos cambiado somos nosotros…

«Los videojuegos ya no son lo que eran», «la industria es una mierda», «los juegos de ahora son mucho más fáciles» y otras expresiones que uno puede leer a menudo en cualquier foro de discusión. El mantra de que los videojuegos atraviesan un mal momento está muy extendido entre las comunidades de usuarios, pero, ¿es realmente cierto? Todas las generaciones presenciamos los mismos debates, generalmente estériles y superficiales, en la que da la sensación de que jugar ha pasado de ser una pasión a una penitencia. Tal vez, el Videojuego no ha cambiado tanto como parece, y si alguien ha sufrido una auténtica transformación, no es otro que el propio jugador. 

Las siguientes reflexiones han sido inspiradas por una larga conversación que tuve hace unos días con unos amigos entre los que, casualmente, se encontraban varios compañeros de nuestro sector. Como suele ser habitual, comenzamos hablando de alguna saga o género que ha sufrido cambios negativos, pasamos a recordar tiempos mejores y acabamos contando anécdotas hasta altas horas de la noche. Es una conversación cíclica que tenemos, sin exagerar, un par de veces al mes desde hace varios años. Empezamos hablando de Resident Evil y acabamos calculando precios de juegos en pesetas, no digo más. 

Las diez mil pesetas de rigor

Cuando uno va cumpliendo años y —en condiciones normales— va adquiriendo sus propios recursos e independencia. Eso, sumado a la globalización del Videojuego y todo lo que lo rodea gracias al hecho de estar completamente inmersos en la era de la información, acaba dando lugar a que cambien sus hábitos y, con ello, su forma de ver las cosas. Todos recordamos algún Videojuego que logramos gracias a algo tan sencillo como depositar la paga en una hucha o los regalos económicos con los que a veces no obsequiaba un familiar. Cuando alguien de la generación de los 80 era joven, disfrutaba de todo un acontecimiento cuando llegaba el día en que por fin podía adquirir ese Videojuego que deseaba desde hace tiempo.

Ahora, los videojuegos cuestan 70 euros… y antes costaban hasta 13.000 pesetas

Conforme esa persona va cumpliendo primaveras, llega al punto en que adquirir un Videojuego no dista mucho de lo que supone comprar un paquete de tabaco o pedir una pizza para cenar. Es probable que, si esa persona echa la vista atrás, llegue a la conclusión de que habría sido fantástico disponer de los recursos que —quizás— ahora le permiten comprar varios videojuegos al mes, encontrar varias ofertas digitales en un mismo día o no faltar a su cita con la novedad de turno. Hasta aquí, de acuerdo pero, ¿dónde queda la «magia» de planificar todo un día en torno a la adquisición de ese Videojuego como un gran acontecimiento?

No puedo evitar que me caiga una lagrimilla cuando miro a mi estantería y veo ese Banjo-Kazooie que compré en Continente —ahora Carrefour, luego de su fusión con Pryca— después de ahorrar las vueltas que me daba mi madre tras volver de algún recado. Lo mismo me pasa cuando recuerdo lo mucho que me costó ahorrar las ocho mil pesetas de Shadow Man. De hecho, incluso un poco más tarde, no puedo olvidarme de aquel día de tormenta en el que, después de jugar un partido, me pasó por un Centro Mail —actualmente Game— a recoger mi ansiado Metroid Prime de GameCube junto a mi vecino y mejor amigo. A día de hoy, cuando adquiero un nuevo título de tantos, me resulta imposible sentir esa «magia». Posiblemente, el hecho de ser un elemento más del día a día sea el culpable de ello.

Vale, esto es algo que, por motivos obvios, nos acabaría pasando a todos. No obstante, solo es uno más de los factores que representan el cambio que una persona sufre como jugador conforme va cumpliendo años. Estoy seguro de que cualquier persona que esté leyendo estas líneas puede recordar un sinfín de anécdotas relacionadas con la compra de un Videojuego durante tiempos pasados ¡Animaos a contárnoslas! Como diría Matías Prats, permitidme que insista: esto no es algo extraordinario pero, como digo un poco más arriba, no es más que un detalle de los muchos que representan nuestra transformación.

¿Casual yo, dices?

Es hora de abordar uno de los temas más recurrentes: la dificultad. ¿Hasta qué punto es cierto que ya no se hacen juegos exigentes? ¿No será que nos hemos acomodado hasta límites insospechables? De nuevo, recordando que esto es un texto de opinión, voy a enumerar varias anécdotas personales, destacando diversos automatismos que tanto yo como mi entorno más cercano, he ido experimentando a través de los años. Automatismos que, como resulta evidente, son fruto del imparable avance tecnológico que hemos presenciado.

Super Mario 64 siempre será uno de los títulos que marcó mi vida como jugador. Se trata de un juego que disfruté simultáneamente con mi mejor amigo y nunca podré olvidar momentos como los de encontrar la gorra con alas o descubrir el modo de acceder a Snowman’s Land, atravesando esa pared idéntica a las demás. Cuando uno de los dos lograba desvelar algún nuevo misterio, corría a por su teléfono para mandarle al otro un SMS, agotando los últimos restos del saldo disponible, para contarle su hazaña y los detalles para que hiciera lo propio. Era un momento especial, que incluso a día de hoy, a menudo recordamos entre risas. Lamentablemente, eso se ha perdido.

Se ha perdido «por culpa» de las posibilidades que nos brinda internet. Se ha perdido por el hecho de haber adquirido una experiencia capaz de hacer que ya no haya nada que se nos resista. Actualmente, con tantos juegos amontonados, no pasaría días y días dando vueltas por los confines del castillo de Bowser; cogería mi smartphone y conseguiría cualquier cosa que me faltara al cabo de cinco minutos. Además, en el hipotético caso de repetir esa partida conjunta junto a mi amigo, le llamaría a la tarde siguiente para informarle de que he obtenido el 100% del juego, sin más. Esto algo que, siendo sincero y echando la vista atrás, me avergüenza como jugador. Ni los juegos son extremadamente fáciles, ni las experiencias exigentes se han extinguido. Simplemente, hemos llegado a un punto en el que, además de ser difícil que algo se nos resista, no estamos dispuestos a que eso suceda.

¡Con uno de estos te sacas el platino antes de instalar el siguiente juego!

En los tiempos que corren, no es nada extraño ver a muchos jugadores ponerse a los mandos de un nuevo título pensando en la forma más rápida de desbloquear todos sus trofeos, llegando a incluso tener preparada su hoja de ruta con todo lujo de detalles. Tampoco es raro ver aplicaciones móviles que facilitan la recolección de todos esos objetos que, hace tiempo, suponían pasar varias semanas dando vueltas por los escenarios. Explorábamos —en el sentido más literal de la palabra— durante incontables horas. A día de hoy, seguramente optemos por facilitarnos las cosas y si algo se nos resiste, ya sabéis: tenemos la solución en nuestro propio bolsillo. Por si fuera poco, y en relación a lo que comentaba un poco más arriba en lo que a la adquisición de videojuegos se refiere, Hemos cambiado y hay que aceptarlo.

No, no voy a hablar de Dark Souls para poner un ejemplo de que sigue habiendo muchos títulos exigentes. De hecho, me resulta muy curioso esa famosa expresión que vemos con asiduidad. Esa que dice «el Dark Souls de los…» y que últimamente tendemos a espetar hasta cuando hablamos de agricultura. La obra de From Software es fantástica, no cabe duda, pero no conviene olvidar que ni ha inventado nada, ni trae consigo muchos elementos que la gran mayoría de nosotros no llevemos experimentando desde hace más de 20 años.

Sin el uso de guías, vídeos de Youtube o sin el bagaje obtenido durante muchos años, el escenario sería muy diferente al que hoy nos acontece. Encontrar todos los secretos de Fallout: New Vegas, desbloquear todos los finales de Silent Hill 2 o descubrir todas las misiones secundarias de The Witcher 3: Wild Hunt, supondría una experiencia muy similar —prácticamente idéntica— a lo que un día experimentamos mientras hallábamos todas las máscaras de The Legend of Zelda: Majora’s Mask, derrotábamos a los ocho dragones de Final Fantasy VI o superábamos todos los objetivos secundarios de Golden Eye: 007, por citar algunos ejemplos. A día de hoy, el Videojuego continúa desafiándonos, tal vez seamos nosotros los que no queremos aceptar el reto.

El Videojuego no tiene la culpa

Los años pasan y la gente cambia, es una realidad tozuda. Trabajo, estudios y otros quehaceres de la vida cotidiana contribuyen al cambio que, tarde o temprano, todos acabamos sufriendo. No es lo mismo disponer de un par de horas libres cuando cae la noche, que pasar seis horas tirado en la cama sin mayores preocupaciones que completar un RPG en poco más de tres días con la intención. Es lógico y es lo más habitual en la gran mayoría de la gente pero, de nuevo, el Videojuego no tiene la culpa; sigue ahí, ofreciéndonos exactamente lo mismo que antes.

Esos torneos de ISS Pro Evolution 2 en el que estaba en juego la reputación entre los colegas del barrio, esas noches en vela recorriendo los pasillos del Hospital Alchemilla en Silent Hill y, por qué no decirlo, esos días en los que uno se saltaba las clases y acababa jugando a Driver o Syphon Filter en un trastero de dos metros cuadrados, conteniendo la respiración para que ningún vecino le oyera… Hay cosas que no van a volver, hay que aceptarlo. No obstante, poniéndonos en la tesitura de viajar al pasado y remontarnos a esos momentos… ¿No podríamos librar ese torneo en Fifa 18? ¿Trasnochar para disfrutar de Vampyr? ¿Saltarnos una clase para jugar a Bloodborne? Claro que podríamos hacerlo, otra cosa es que no podamos. El Videojuego no ha cambiado; hemos cambiado nosotros.

Los años no pasan en vano; nos castigan, nos transforman y nos obligan a ver como nuestros hábitos se ven modificados. Como jugadores, somos vulnerables al paso del tiempo y, por ende, terminamos alterando nuestro modus operandi a la hora de ponernos a los mandos de nuestro título favorito. Elementos cotidianos que tarde o temprano, todos acabamos experimentando. Elementos que no convierten al Videojuego en una especie de culpable de que —en muchos casos— no seamos capaces de disfrutar jugando tanto como nos gustaría. No jugamos igual que hace 20 años, ni dentro de otros 20 años jugaremos como lo hacemos hoy. Sin embargo, el Videojuego ha estado, está y estará siempre con nosotros.

  1. me ha encantado tu post! por un momento pensé que iba a ser uno lleno de quejas interminables aderezado con nostalgia (tipo hipertextual) donde ibas a echar la culpa a todo y todos y decir que la culpa de todo la tiene el patriarcado que promueve el machismo (como hipertextual).

    Pero no , los puntos sobre las ies y es cierto , los juegos siguen ahí , el reto , las novedades; Somos nosotros los que hemos cambiado y nuestro contexto también, pero eso no debe ser pretexto para conclusiones fáciles.

    saludos.

  2. Muy interesante el artículo y coincido en que principalmente somos nosotros los que hemos cambiado, especialmente los que llevamos en el mundillo desde el principio. Pero los juegos y todo alrededor suyo también ha cambiado y mucho.

  3. Excelente artículo, podría suscribirlo casi línea por linea.
    Ahora bien, por hacer una crítica (constructiva), te diría que el análisis habría que hacerlo de otra manera.
    Por cómo escribes y lo que escribes es fácil deducir que no eres un novato, no quiero parecer descortés y no quiero escribir la edad que sospecho que puedes tener. Por ese motivo te digo la mía, 45 primaveras, ni más ni menos.
    Así que está claro que hemos cambiado: por circunstancias, trabajo, obligaciones, familia, lo que sea.
    Ese es el punto de crítica, el enfoque erróneo del artículo. Más que ver cómo hemos cambiado o cómo ha cambiado la industria, cosa obvia en ambos casos, preferiría hacer otro enfoque: ¿cómo se acerca al videojuego el/la chaval/a que hoy tiene 12, 13 o 15 años? ¿O el joven de 18 ó 20? Y eso compararlo con cómo nos acercábamos nosotros al videojuego cuando teníamos la misma edad.
    Ahí lo dejo, sentíos libres de recoger el guante para redactar otro artículo!

    Saludos!

  4. Muy interesante el artículo, me he sentido sorprendentemente identificado porque precisamente son temas que en varias ocasiones me había planteado ya y no podría estar más de acuerdo.

    Un saludo!

  5. Creo que hemos cambiado tanto videojuegos como jugadores y que el problema para los que apreciamos que hay un problema es el consumismo. Nos hemos hecho grandes consumidores de contenidos, videojuegos, musimú, cine, libris, etc. Pero consumidores de cantidad, no se asume cierta necesidad de «degustar» ni siquiera terminar lo que compramos. Y creo firmemente que esto repercute inevitablemente en la calidad ya sin entrar en de quién es culpa si de las industrias o del consumidor.

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