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Opinión: por qué nos gustan los finales agridulces

¿A quién no le gustan los finales felices? Todos esperamos que el héroe o heroína cumpla su cometido y reciba su merecida recompensa en forma de final de cuento; todos felices celebrando la victoria que tanto trabajo ha costado.

NOTA: ESTE ARTÍCULO CONTIENE SPOILERS DE VARIOS JUEGOS. Y DE LOS GORDOS.

Es cierto que a todos nos gustan los finales felices, pero también es cierto que los finales agridulces o hasta tristes pueden llegar a gustarnos incluso más.
Cabe comenzar diciendo que Nintendo es una experta en eso de los finales felices. La Gran N siempre apuesta por un final que nos haga sonreír y sentirnos satisfechos con lo que hayamos conseguido.

Ya sea salvar Hyrule o rescatar a la princesa Peach, el protagonista, en este caso Link o Mario, logra su objetivo y acaba con el antagonista. El bien vence al mal, y cabe decir que el bien y el mal están claramente diferenciados e identificados, y no hay duda de que en un lado están los buenos y en el otro los malos. Esto es importante para poder construir un final feliz: el bien vence al mal y todo sale a pedir de Milhouse.

Otra característica que marca el final de un videojuego es su tono. La saga Uncharted, por ejemplo, se inspira en el género de aventuras que nació con Indiana Jones y, a pesar de sus tiroteos, momentos de tensión y situaciones de gran carga emocional, sus finales siempre son felices. Nathan Drake, como el héroe que es, logra evitar que sus enemigos utilicen el poder de las reliquias que buscan y salvar así el mundo.

Es curioso, porque el tono de la saga Uncharted contrasta fuertemente con el de The Last Of Us, con ese final tan agridulce que, para mí, constituye uno de los mejores finales en la historia reciente de los videojuegos: Joel “salva” a Ellie contra su voluntad, acabando con la vida de todo el que se interpone en su camino, y le miente diciéndole que el experimento no funcionó.

Le miente por puro egoísmo, porque encuentra en Ellie una sustituta de su hija, y la expresión de Ellie en el último plano del juego nos hace entender que Ellie sabe que Joel le está mintiendo, pero tiene que aceptarlo. La potencia emocional que tiene este final no se podría haber conseguido con un final feliz en el que Joel y Ellie caminan juntos, haciendo chistes y riéndose mientras la cámara hace un travelling hacia arriba, enfocando el cielo de un atardecer precioso mientras salen los títulos de crédito.

El caso de Final Fantasy X es distinto al de The Last Of Us, no sólo por tratarse de un Final Fantasy y tener su propio estilo, sino porque conocemos o, al menos, nos hacemos una idea de cómo va a acabar, ya que sabemos que Tidus es un sueño de los Oradores. A pesar de ello, ese final en el que Tidus se desvanece poco a poco delante de sus amigos y, sobre todo, de Yuna, muy probablemente nos haya sacado más de una lagrimilla a muchos.

El carisma que tiene Tidus, unido a la relación que establece y que va desarrollando con Yuna a lo largo del juego, hace que este final, aunque previsto, sea un trago difícil de digerir. No queremos que Tidus desaparezca (y, al parecer, Square Enix tampoco, porque creó Final Fantasy X-2, aunque no voy a entrar a hablar de eso ahora), pero el final, a pesar de resultar duro, es una pasada.

Y en esto de acabar con el protagonista principal son expertos también en Rockstar. El final de Red Dead Redemption es también el final de John Marshton, y es un final tan épico como triste en el que, además, Rockstar nos permite seguir siendo protagonistas, acompañar a John Marshton hasta el mismísimo final. Si bien es cierto que luego hay una secuencia jugable con Jack, años después, en la que lleva a cabo su venganza, es ya más un epílogo a la aventura de John, que Rockstar cierra de manera trágica pero épica.

No obstante, también hay finales inesperados que nos dejan con el culo torcido, por decirlo claramente. Uno de los casos más recordados es el de BioShock Infinite. En esta última obra maestra que nos regaló Irrational Games, descubrimos que Zachary Comstock no es otro que un futuro e hipotético Booker DeWitt, y que Elizabeth es su hija, Ana DeWitt.

Y es precisamente Elizabeth, o mejor dicho, las Elizabeth de todas las posibles realidades, las que acaban con la vida de Booker para evitar el nacimiento de Zachary Comstock. Lo que resulta tan chocante de este final es la conjunción de todas las revelaciones y la muerte del propio Booker a manos de la versión de Elizabeth de todos los posibles universos. Y esto sin entrar en detalles de la trama que podrían dar –y han dado– lugar a artículos dedicados exclusivamente a ella.

Y, por supuesto, también está el caso de cualquiera de los dos posibles finales de Life Is Strange: o Chloe o Arcadia Bay. El jugador tiene que elegir, y elegir a una por encima de la otra significa sacrificar a esa otra

Como hemos podido ver y hemos repasado, muchos de los grandes finales de la historia reciente de los videojuegos apuestan por lo trágico, por lo agridulce o lo inesperado para causar una impresión en el jugador. La explicación a por qué nos gustan tantos estos finales tristes o no tan felices es porque, quizá, tienen más parecido con la propia vida, con el mundo real. No todo sale siempre a pedir de boca, no siempre gana el bueno o las cosas no suelen salir como se habían planeado, y la industria del entretenimiento, y sobre todo Hollywood, nos ha estado vendiendo durante décadas el final feliz en el que el bien triunfa sobre el mal.

Pues bien, eliminar esa línea entre el bien y el mal y hacerla más difusa, juntar la felicidad y la tristeza en un sentimiento que contenga ambas, es una manera de hacer más realista una trama, de hacer que el jugador, el lector o el espectador se sienta más identificado con la historia. La realidad es que el mundo real no es feliz o triste, no es blanco o negro, sino gris. Uno de los mejores casos para mostrar esto es The Witcher 3, donde el bien y el mal conviven en una nube gris que hace imposible distinguirlos en muchas ocasiones.

Es por ello por lo que nos gusta llorar con los finales, porque todos hemos llorado alguna vez y hemos pasado un mal trago, porque sabemos que situaciones así se dan en la vida. Por supuesto, los finales felices también son necesarios para contrastar con los agridulces o los directamente tristes, pero también es verdad que los finales que más nos marcan son los segundos.

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