Plataforma PLACA nació en Sevilla en 2006 y, desde entonces, ha ido mutando hasta convertirse en algo difícil de encerrar en una sola etiqueta. Editorial, proyecto cultural, red de artistas, laboratorio transmedia: un ecosistema donde la literatura se cruza con performance, código, imagen y sonido.
Esta pieza recorre su origen, el papel de figuras clave y por qué lo electrónico no es una ruptura, sino una continuidad.
Plataforma PLACA: origen, perfil y orientación hacia lo electrónico/transmedia
Es posible que toda empresa cultural que merezca ese nombre nazca, no tanto de una voluntad explícita —tan fácil de proclamar como de trivializar—, sino de una intuición persistente, casi animal, que empuja a sus fundadores a entrever lo que otros aún no han visto o no se han permitido ver.
En el caso de Plataforma PLACA, fundada en Sevilla allá por 2006, esa intuición tuvo que ver con algo tan improbable como productivo: que la mezcla, incluso la mezcla imprudente, podía ser un principio rector; que la poesía no necesitaba permanecer confinada en sus estanterías de papel, ni la performance debía limitarse a los escenarios, ni el mundo digital constituía una amenaza sino una posibilidad.
De ese impulso inicial —que algunos podrían calificar de temerario y otros, más benévolos, de visionario— nació un espacio que pronto dejó de responder a una sola definición: editorial, proyecto cultural, red de artistas, laboratorio de experimentación transmedia… todo ello y algo más.
No deja de ser llamativo, y quizá también previsible, que Plataforma PLACA se haya convertido con los años en un terreno fértil para la literatura electrónica, aunque en sus comienzos no pudiera hablarse de un plan maestro en tal dirección. Al contrario: lo que surgió primero fueron los recitales, los encuentros en librerías, la euforia del Recital Chilango-Andaluz, las ediciones cartoneras y los poemarios artesanales.
Pero en ese trayecto, siempre expuesto a la fricción entre lo oral, lo visual y lo escrito, ya se insinuaba la posibilidad de que el texto podía expandirse hacia otros territorios; que la lectura podía adquirir —como sucede en algunos sueños que recordamos confusamente al despertar— extensiones sonoras, pictóricas o digitales.
De ahí que, cuando llegaron la transmedialidad abierta, las piezas que combinan código, imagen y sonido, las publicaciones digitales y los experimentos escénicos con soporte audiovisual, nadie en Plataforma PLACA se sorprendiera demasiado: aquello, más que una desviación, era la consecuencia natural de lo que se había puesto en marcha tiempo atrás.
Iván Vergara y la figura del gestor-creador
En el centro de este movimiento se encuentra Iván Vergara, figura que encarna uno de esos roles dobles que tanto gustan a la literatura —y que tanto desconciertan a la burocracia cultural—: el del gestor-creador.
Vergara ha dirigido, coordinado y empujado proyectos con una perseverancia que sólo puede explicarse por la convicción de que nada ocurre si uno no lo provoca, y que ninguna obra se sostiene sin la red humana y material que permite que exista.
Su trabajo editorial, su docencia, su poesía —siempre atenta al cruce entre formas y dispositivos— y las giras que ha impulsado, como Poesía On The Road, han consolidado un ecosistema en el que lo digital no es un injerto artificial sino una extensión coherente de esa voluntad de “no dejar ningún entorno como lo encontró”.
Que la literatura electrónica se haya asentado en Plataforma PLACA se debe, en buena parte, a esa visión mestiza y a la manera en que ha tejido vínculos entre España, México y Estados Unidos sin hacer distinciones entre lo presencial y lo virtual.
Carlos Ramírez Kobra: palabra mutante y transmedia
A ese impulso contribuye de manera decisiva Carlos Ramírez Kobra, poeta y artista transmedia cuya obra parece advertir que los lenguajes tradicionales son insuficientes para contener la complejidad de las voces que hoy nos hablan.
Desde su trabajo en Ciudad Nezahualcóyotl —territorio vibrante y contradictorio— hasta su rol como coordinador de Plataforma PLACA en México, Kobra ha entendido la palabra no como un artefacto estático, sino como un organismo en mutación, susceptible de convertirse en imagen, en código, en píxel, en circuito o en coreografía digital.
Sus proyectos —Own Dream Code, dios un píxel, Cyber_BardX— pertenecen a esa zona intermedia donde la literatura deja de ser literatura en el sentido tradicional pero continúa siéndolo en otro más amplio, más permeable, más impuro.
Él, junto a otros creadores que se han sumado a esta corriente, demuestra que la escritura electrónica no surge de la nada, sino de un diálogo continuo entre contextos locales intensos y redes transnacionales cada vez más densas.
Instituciones, continuidad y legitimidad
El Centro de Cultura Digital en Ciudad de México completa este panorama al ofrecer un marco institucional, a menudo necesario para que estas prácticas no queden relegadas a los márgenes.
La Red Lit(e)Lat, su antología y sus programas de formación y exhibición han permitido que esta literatura —electrónica, transmedial, en ocasiones inclasificable— se vea, se discuta y se archive. Lo que en otros lugares podría considerarse extravagancia o rareza, allí adquiere carta de legitimidad y, sobre todo, continuidad.
No es poca cosa: la literatura electrónica, más que cualquier otro género, requiere de continuidad para existir, porque depende de técnicas, dispositivos y miradas que cambian vertiginosamente y que necesitan de puentes para no perderse.
Por qué Plataforma PLACA importa hoy
Y quizá —como le ocurre a quien observa el curso de un río y advierte que lo verdaderamente importante no es su origen ni su desembocadura, sino la sucesión de meandros y remansos que lo conducen— así debemos entender también la atención que desde Akihabara Blues se presta a estos desarrollos.
No es únicamente por afinidad tecnológica ni por el entusiasmo ante el brillo intermitente de las pantallas, sino por algo más profundo: por la convicción de que la literatura, si quiere seguir viva, debe aprender a escuchar los zumbidos del presente, incluso cuando esos zumbidos provienen de lugares que antes no asociábamos con la escritura.
Lo electrónico no representa una ruptura con lo literario, sino una continuidad posible, una prolongación natural del deseo humano de narrarse a sí mismo.
Quizá por eso seguimos atentos: porque intuimos que en estas exploraciones —en Plataforma PLACA, en el CCD, en las obras de Vergara, Kobra y los demás— se están ensayando las formas del relato futuro. Y porque, como tantas veces ocurre, lo que hoy parece experimental, marginal o incluso excéntrico, mañana puede convertirse en la forma misma en que el mundo se cuenta.
Almudena Anés (Linkedin) es una narradora española especializada en arte, videojuegos e identidad. Trabaja desde la escritura para indagar la fragmentación y el simulacro.




