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GTA V

Llevaba mucho tiempo queriendo escribir sobre GTA V. O mejor dicho, de mis sensaciones jugando a GTA V. Básicamente desde que salió al mercado y pude probarlo. Pocos juegos me han impactado tanto, y eso, siendo un juego de Rockstar, son palabras mayores, porque no iba precisamente con la guardia baja.

Y es que esta gente está hecha de otra pasta y lo demuestra cada vez que colocan algo en el mercado. Básicamente de la pasta de la que se hacen los juegos que son capaces de vender más de 50 millones de unidades – y sumando. Sus «When it is done» a modo de fecha de lanzamiento seguro que tienen mucho que ver, así como su enfermiza obsesión por el detalle. Juantxi ya analizó el juego magistralmente, en su línea, pero todo lo que el título de la compañía de los Houser ha despertado en mi lo tenía que sacar de alguna forma.

Pero ya han pasado meses, incluso años desde su estreno, y me asaltó la duda de si esta reflexión seguiría siendo válida. No quería publicarla si no seguía estando vigente, si se trataba tan solo de un recuerdo idealizado. Lo cierto es que cualquier duda que pudiera tener sobre si GTA V es ya un juego desfasado o, al menos, no un número uno, desaparece al arrancarlo en mi cuenta de Steam. Incluso ha sido el juego más vendido en la plataforma de Valve durante estas navidades, lo que, teniendo en cuenta que salió en el 2013, es un hito más que remarcable. Tanto, que la gente de PC Gamer incluso le han otorgado un GOTY honorífico en su edición de premios de este año. No es para menos. Pocos títulos son capaces de sorprender al salir al mercado y el quinto Gran Theft Auto numerado lo consiguió dos veces, hasta el punto que casi se convirtió dos años consecutivos en el GOTY de AKB. Lo nunca visto.

Es complicado decidir qué es lo que este GTA V hace mejor. En GTA III flipé con su ambición y su banda sonora. De Vice City, por ejemplo, destacaría la ambientación, que me pareció increíble. De GTA San Andreas, el tamaño del mastodóntico mapa. GTA IV me impresionó por su tono y el trasfondo del protagonista. Pero con GTA V todo parece haberse llevado al extremo, desde los carismáticos y perfectamente caracterizados personajes protagonistas al apartado técnico, que come aparte y que resiste el paso de los meses, no ya con entereza, sino muy sobrado: Grand Theft Auto V sigue siendo, a día de hoy, una auténtica maravilla técnica, una bestia parda. Tanto, que en ocasiones pienso que solo estoy jugando a una especie de dinosaurio de PSX.

Robar un coche. Conducir como si no hubiera un mañana. Tener un accidente. Perseguir al vehículo contra el que hemos chocado. Matar al conductor. Conducir hasta la bahía. Matar a un tio que está sentado en un banco, de un tiro en la cabeza. Saltar al mar. Bucear. Subir a un velero. Robarlo y navegar mientras admiras el atardecer. Alucinar con el agua. Aparcar el velero en la playa. Ir al parque de atracciones. Subir a la noria. Tener vértigo.

Esto es solo una descripción de unos pocos minutos de juego, unos pocos minutos que ofrecen muchísimo. Tanto, que asusta. GTA V, como todos los sandbox de Rockstar es mastodóntico, y lo que acojona es el nivel de detalle y de cuidado que se ha prestado a todo. Bueno, o a casi todo, porque los minijuegos como el de tenis son bastante lamentables, lo suficiente como para darte cuenta de que sí, que estás despierto. A pesar de que la sacada de chorra, con perdón, de Rockstar es antológica.

Con Red Dead Redemption Rockstar demostró que la genialidad de su factoría no está limitada a la islas de asfalto. Es más, en el oeste, con John Marston, como Niko Bellic o Tommi Vercetti habían hecho en grandes ciudades, la compañía americana dio una clase magistral manteniendo sus grandes valores de producción. La localización o época eran lo de menos. Lo importante era contar una historia a todos los niveles, empezando por el protagonista, Marston y continuando por un mundo que, a pesar de su relativa poca densidad comparada, es una clase magistral de cómo crear una ambientación, un ecosistema, capaz de atrapar al jugador.

San Andreas de GTA V coge todo lo bueno hecho en Red Dead Redemption y lo multiplica por 3, protagonistas incluidos, creándose el que posiblemente sea el sandbox perfecto, a pesar de sus tangibles paredes invisibles. En la práctica, el jugador inmerso en el modo Historia se deja atrapar por los hilos del titiritero e ignorará las limitaciones de la fórmula, seducido por un título que debería valorarse no ya como videojuego ni como producto de entretenimiento, sino como una superproducción audiovisual que ha resituado los límites de qué aspiraciones tiene que tener un videojuego.

Los momentos en los que uno atisba la grandeza de GTA V son de puro vértigo. En un puerto repleto de trabajadores, barcos, movimiento, vida (virtual)… En el centro de la ciudad, repleto de coches detallados al milímetro, peatones con sus rutinas, eventos aleatorios en los que el jugador decidirá si intervenir o no… Admirando la ciudad desde las alturas, con sus edificios, luces, historias… Esperar que el jugador asimile todo el contenido del juego de Rockstar es un sinsentido que, por otra parte, mataría la magia que supone llegar a un lugar random del mapeado y maravillarse con la magnificiencia del mundo virtual creado.

Hay una parte mala en que GTA V sea tan increíble. Parece razonable pensar que difícilmente volveremos a ver un producto tan gigantesco, tan cuidado, tan – si me permites – perfecto. La parte buena es que es algo que pienso cada vez que juego a un sandbox de Rockstar y la compañía siempre vuelve, no solo a sorprenderme, sino a abrirme la boca. Bendita Rockstar.

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