Mi relación con las carreras motos no es precisamente una historia de amor. Al principio, siendo relativamente joven, me parecían un tostón insufrible, y a pesar de que mis tios, y por extensión mis primos, eran y son auténticos fanáticos. A la larga, a base de domingos y domingos compartiendo su afición a través de la televisión, han llegado a gustarme, y aunque no sigo las carreras con asiduidad por cuestiones de mantener el equilibrio en el reparto del mando a distancia en casa - soy bastante más futbolero -, no le hago ascos a pasarme toda la mañana de un domingo disfrutando de un Gran Premio.
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