Icono del sitio Akihabara Blues

6 meses con Xbox One, la nueva generación de Microsoft

El pasado mes de octubre me hice con una Xbox One con motivo del lanzamiento de Sunset Overdrive en su modelo blanco de 500 GB. Ahora, seis meses después y con otros cuantos para terminar sus cuotas por delante, es el momento de recapitular y dar mi opinión acerca de la máquina de la compañía de Redmond.

En primer lugar, hablemos de la consola en sí; un armatoste tremendo, pero es preciosa. En blanco gana un montón y no hace prácticamente nada de ruido debido principalmente al enorme transformador de corriente externo, algo que es un arma de doble filo, pues mientras PS4 apuesta por un ligero cable sin más historia, su ruido es mucho mayor que el del todo en uno de Microsoft.

En cualquier caso, me gusta que su comportamiento siga siendo bueno con el paso de las horas y no haya sufrido calentamientos inesperados. En lo que respecta a su mando, es aquí donde más satisfecho estoy en el apartado del hardware y demás periféricos. Dejando de lado su estética, una vez más rebosante en color blanco, es posiblemente el controlador más cómodo que he tenido nunca en mis manos; nunca pensé que iba a poder probar un mando que me convenciese más que el de GameCube, y aunque sigue habiendo aspectos donde mantengo mi postura con respecto a la consola de Nintendo, éste es cerca de ser definitivo.

Los gatillos son una verdadera maravilla, el peso está bien compensado, las agarraderas son cómodas y, sobre todo, la cruceta te permite echar partidas a juegos de lucha sin querer tirarte de los pelos. Se trata de una versión mejorada del de 360, pulida en casi todos sus apartados pero con dos pegas: no tiene entrada convencional de jak 3.5, algo que sí ocurre con el DualShock 4, y que utiliza pilas. Inexplicable, de verdad.

Encendamos la consola. Tras un tiempo de carga excesivo teniendo en cuenta las alturas en las que nos encontramos (recordad que el lanzamiento fue en noviembre de 2013), tenemos un menú bastante similar al de Windows 8, todo muy minimalista, simple a la vista y accesbile. El problema es que siento mucho desorden. ¿Dónde están las carpetas? ¿Por qué se me pone en la página principal cosas que no me interesan y que yo no he elegido? Hay veces que me ha costado unos cuantos minutos acceder a cosas bastante simples, que hacen de la interfaz algo tosco y muy mejorable. Creo que se va por el camino correcto, pero hay mucho margen de mejora, tanto en el bazar como el menú principal.

Dicho esto, vayamos con los aspectos más trascendentales, por los que personalmente me hice con una Xbox One, ya que al fin y al cabo el mando es algo de lo que terminas acostumbrándote. El catálogo. Confiar en el catálogo a largo plazo de una consola nada más llegar al mercado es algo que siempre me cuesta horrores; esta vez era la primera que iba a adquirir mi propia consola de Microsoft tras haber acaparado la casa de varios amigos durante la pasada generación para disfrutar de Gears of War y Halo, y ni en mis mejores deseos pensé que le hubiera dedicado tantas horas hasta la fecha.

Todo comenzó con Sunset Overdrive, del cual podéis leer nuestro análisis y que se coronó por méritos propios como el GOTY 2014 de la redacción de AKB. Un título al que todavía sigo jugando cuando tengo invitados en casa y no les convenzo para echar un Mario Kart 8 o un Smash. Es único; no me cansaré de recomendarlo y de disfrutar de su idiosincrasia e irreverencia. Desprende estilo y es divertido, un sandbox lleno de cosas por hacer con disparos y plataformeo.

Fue aquí donde tuve más dudas. ¿Y ahora qué? Se acercaban las navidades y Killer Instinct ya me empezaba a cansar, pero hubo alguien que consiguió superar incluso al propio Sunset Overdrive y que a día de hoy comparte mi lista de favoritos como es Forza Horizon 2. El análisis de Roswell fue la gota que colmó el vaso, y puedo decir que desde Need For Speed Most Wanted, Gran Turismo 5 o Burnout Paradise no había jugado tanto a un simulador de conducción por el estilo. Es increíble. Las sensaciones al volante son inmejorables y la cantidad de horas por delante no tiene parangón; cientos de coches, circuitos de todo tipo, eventos a raudales… Gráficamente cumple con creces y, hablando con conocimiento de causa, me parece mucho mejor juego que DriveClub. En todo.

Tras un mes de enero donde pude jugar echarle más de 40 horas, pude hacerme con dos títulos a los que tenía muchas ganas de jugar por 12 euros la unidad, precintados, en una conocida cadena de tiendas española: Dead Rising 3 y Ryse: Son of Rome. Nada más llegar a casa puse a instalar el segundo de ellos. Gracias a las queridas actualizaciones, tuve que esperarme al día siguiente para comenzar a jugar, aunque mejor no hablamos de esto porque no merece la pena…

Aprovecho para decir algo poco popular pero que no deja de ser mi opinión: me ha gustado más Ryse que The Order: 1886. Quizás es por mi afán por la cultura clásica, la ambientación de la obra de Crytek o la historia, que si bien es más profunda en el caso de la firma de Ready at Dawn, la falta de cohesión, sinsentido de algunos sucesos o su cierre precipitado y poca sinergia con el protagonista, me hacen decantarme por Marius y todo lo que rodea a Ryse.

Fueron 5 horas de frenetismo, espectacularidad visual, sangre y, por qué no decirlo, mucha repetitividad; el caso es que me gustó mucho y lo recomiendo por un precio así de discreto, porque sirve para hacernos una idea de hasta dónde puede llegar la presente generación y pasar unas horas bastante entretenidas.

Quizás es éste también el cometido de Dead Rising 3, una saga que no había tocado hasta el momento y que me ha parecido entretenida. Por algún motivo, ha permanecido constantemente en mi cabeza la idea de estar jugando a un Dinasty Warriors o cualquier obra de Omega Force hecha por un estudio occidental, con la diferencia de que aquí tenemos zombis y hay más armas con las que descargar adrenalina. Simplemente notable, destacando sus jefes, humor y sensación constante de progreso.

Y así es como llegamos a las últimas semanas, con un Dragon Ball Xenoverse del que ya podéis leer nuestro análisis y que me ha obligado a cargar el mando en múltiples ocasiones. Sin embargo, no quiero hablar de lo nuevo de Bandai Namco porque es mltiplataforma, así que me gustaría finalizar diciendo que Ori and the Blind Forest es junto con Captain Toad: Treasure Tracker, lo más fresco que he jugado en 2015; un metroidvania precioso, con unos primeros 10 minutos que te llegan como el inicio de la producción de Pixar UP y una curva de aprendizaje que me hizo mantener los ojos abiertos como platos durante las 5 ó 6 horas que tardé en completarlo. También está en PC, así que no lo dudes ni un momento porque posiblemente se cuele entre los mejores indies de 2015 cuando finalicemos el año.

Vaya, estoy muy satisfecho con Xbox One, que me ha servido también para ver un buen puñado de películas Blu-Ray a excelente calidad, decenas de vídeos de YouTube o alguna que otra búsqueda en internet. Sus ventas hasta el momento (11.5 millones en todo el mundo) quedan totalmente ninguneadas por las más de 20 de su competidora directa. Para mí la batalla ya está perdida y es cuestión de tiempo que PlayStation 4 hable de récords y termine la generación con un ratio enorme de ventas con respecto a la competencia, pero al igual que pasó con Dreamcast, GameCube o ahora mismo con Wii U, hay que reconocer que Xbox One se está labrando un catálogo potente y lleno de razones por las que invertir tus ahorros. Ojo, yo también pienso que esta opinión cambiará en 3 ó 4 años, cuando PS4 ofrezca nombres y sagas imbatibles; pero hoy, en abril de 2015 y obviando Bloodborne, creo que Xbox One sale ganando con creces a la máquina de Sony.

Espero que siga dándome muchas horas de entretenimiento y se mantenga al pie del cañón muchos años.

Esperad, esperad. Un momento. ¿Qué es todo esto? ¡Pero si yo soy Nintendero, ¿no?! Comprad una Wii U y dejaos de promesas y PCs camuflaos. Palabra de Iwata, dairectli tu yu.

Salir de la versión móvil