Análisis: Beholder, el Gran Hermano lo ve todo

Beholder es un juego atípico. No sabría muy bien cómo definirlo, pero sí diría que es una especie de mezcla entre This War Of Mine y Papers, Please, con matices, por supuesto, y manteniendo las distancias. Bebe de ambos, sí, pero no es ninguno de los dos.

La distopía por bandera

Beholder bebe de la premisa de un país distópico en el que un Estado totalitarista controla todos los aspectos de la vida privada y pública. Es cierto que hay muchos mundos distópicos en los videojuegos, pero el de Beholder plantea un país en el cual no existe la privacidad y todos los ciudadanos están bajo vigilancia. El planteamiento puede recordar a la famosa novela 1984 de George Orwell, en la que se imagina una sociedad de similares características y se introduce el concepto del Gran Hermano, el ente que todo lo ve y todo lo controla.

Pues bien, en Beholder encarnamos al administrador de una comunidad de vecinos, algo así como el casero que tiene que hacerse cargo de los inquilinos que ocupan los diferentes apartamentos del bloque de viviendas. Sin embargo, nuestro papel consistirá en espiar a los vecinos y averiguar los secretos que ocultan en la intimidad de sus viviendas. Somos algo así como un instrumento invisible al servicio del Estado para mantener a sus ciudadanos bajo control.

Las herramientas del Gran Hermano

Al ejercer de ojos y oídos del régimen, nuestras acciones para mantener controlados a los inquilinos pasarán por poder instalar cámaras de videovigilancia en los dispositivos detectores de humo de sus casas –de los que, por cierto, están llenas–, espiar por la cerradura de la puerta principal de sus viviendas mientras están en casa, muy al estilo de las señoras de Aquí no hay quien viva, o entrar en sus casas cuando no estén para rebuscar entre sus pertenencias.

Gracias a nuestras habilidades, y a nuestra no necesidad de dormir debido a una droga experimental que el Estado nos ha inyectado, podremos recabar información sobre los inquilinos y hacer perfiles que podremos enviar al Ministro. Cuanta más información consigamos acerca de un vecino, mayor será nuestra paga y mejor nuestra relación con el Ministerio. Además, si encontramos pruebas de que algún vecino está incumpliendo alguna Directiva Gubernamental (algunas tan absurdas como no poder poseer o comer manzanas), podremos denunciarle al Ministerio y las Fuerzas del Orden vendrán a recogerle de una forma no muy cariñosa.

Como podréis imaginar, nuestra misión consistirá en cumplir todas las tareas que se nos asignen desde el Ministerio para seguir siendo un fiel trabajador a servicio del régimen. Uno de los puntos negativos de Beholder es que se puede volver repetitivo y da poco lugar a la aleatoriedad, ya que en todos los gameplays los vecinos y las tareas son las mismas.

Decisiones, decisiones

Sin embargo, no tenemos por qué seguir las reglas a rajatabla. En Beholder, se nos da la oportunidad de buscar diferentes soluciones a un mismo problema y, en consecuencia, tomar decisiones.

Bien podemos hacer que la policía se lleve a uno de nuestros inquilinos por haber encontrado pruebas que incumplen alguna Directiva en su casa o, incluso, por haber puesto nosotros mismos las pruebas para incriminarle. Además, también podemos chantajear a los vecinos si encontramos pruebas incriminatorias en sus viviendas, a través de lo cual conseguimos dinero a cambio de nuestro silencio. Son decisiones que podemos tomar o no, y que pueden influir en cómo se desarrollan los eventos.

A pesar de poder encontrar Beholder un tanto previsible, es interesante que nos permita traicionar en secreto al régimen y ayudar a nuestros inquilinos e, incluso, a la Resistencia. Algunas de nuestras acciones pueden ser castigadas por el Ministro pero pueden ser fundamentales para el triunfo de la Resistencia sobre el régimen totalitario de la sociedad distópica en la que se ambienta el juego.

En conclusión, Beholder es un buen juego con un gameplay interesante que enganchará a quienes estén buscando algo diferente y entretenido en que las propias decisiones cuenten. Tiene sus pequeños fallos, como la previsibilidad de los acontecimientos a partir de cierto punto o el problema de la repetición en nuestras acciones, pero no deja de ser un buen juego con un buen planteamiento que ejerce de manera brillante una crítica a cualquier tipo de totalitarismo. [76]

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