Aventuras y desventuras de un periodista de ésto de los videojuegos 10: Sobreviviendo a los egos

Relato de ficción inspirado en algo parecido a la realidad

La cosa está jodida. Quién me viera y quién me ve, antes, codeándome con la Jet Set del videojuego, siendo invitado a los eventos más in del mundillo, con más consolas que conexiones de mi televisor, con más merchandishing de gratelo que un jugador del Madrid, que cuando salía a la calle parecía más bien un maniquí de una tienda freakie que lo que soy, un cuasi cuarentón sin más vocación que su exhobby… Ni para topmanta tengo ya, vaya.

Eso sí, sigo currando de lo mio, de eso de matar marcianitos, si mi madre me viera en acción ni notaría la diferencia. La diferencia no está en el sueldo, quizá en las horas, o no, porque casi vivía de noche, sino en el lugar. Un almacén de la Zona Franca en el que paso 14 horas mínimo al día jugando al World of Warcraft o cualquier otro MMORPG, por lo general de nombre impronunciable, subiéndole el nivel a los personajes del wannabe de turno que quiere vacilar a los colegas o ganar algún concurso pero no tiene tiempo ni – sospecho -ganas de hacerlo. Normalmente me llama un traductor o intérprete y tenemos una llamada a tres con el cliente. Vamos, como un ménage á trois homo pero en vez de chupárnosla y jugar a trenecitos hablamos de cómo de grande quiere la espada o qué potencia quiere para su mandoble. Lo típico en estos casos. Últimamente la cosa está más animada, hay más gente interesada en los jueguecitos online y, sobre todo, más gente interesada en pagar, que es lo importante. Con la modilla del Second Life, hay hasta políticos que contactan con nosotros para conseguir personajes «ni muy cachas, ni enclenques, que somos centristas», con los que granjearse unos cuantos cientos de votos del sector progresista. Lo mejor, los del partido de los verdes, que nos encargan muchos elfos. Del bosque, claro, «Que los oscuros se parecen sospechosamente a los independentistas». En fin, en este mundo tiene que haber de todo.

Jugar no está mal. Total, si estuviera en casa haría lo mismo, me sale más barato que ir a emborracharme a algún garito, y todavía no he encontrado una Guild que no me acepte; En cambio, la lista de locales nocturnos de los que no he podido ni oler la moqueta es interminable. En fin, que lo peor, sin duda, son las horas (minutos) del café. Entre tanto chino sinpa (peles) es que no me entero de nada. Aunque tampoco hablan mucho, cuando no están currando están comiendo arroz y sino privando. Bien mirado, si cambiamos el arroz por pizza, serían como yo. Bueno, más bajitos y con menos tripa. El otro día, eso sí, me eché unas risas, aunque no gracias a ellos. Me llegó un sms de Clara, una RRPP más salida que el banderín del corner del Camp Nou, para invitarme a un evento para promocionar un juego de carreras. Como tampoco estaba por la labor, ni cogí la llamada, me enteré escuchando el contestador. No podia ir, era durante el día, es decir, durante las horas de sol. Aunque claro, si fueran durante la noche tampoco podría. La cuestión es que, gentil yo, le envié cortesmente un sms declinando amablemente la invitación y saludándola atentamente. Hay que quedar bien, que en tiempos de necesidad uno no puede permitirse el labrar nada que no sean amigos.

Al meollo: que acababa de enviar el sms, me disponía a pegarle el último trago a mi café – indispensable cuando te espera una jornada de trabajo con horas extras aka noche en vela – cuando me llegó un sms tal que así, de una Clara que todo apuntaba que no era la misma Clara que yo pensaba.

«¿De dónde has conseguido este número?».

No os voy a engañar, lo primero que pensé fue «Vaya tela cómo va ésta a estas horas, que ni mira el remitente de los sms, parece mentira, con la pinta de chica bien y emula mis cafés con baccardi cola». Pero rápidamente me di cuenta que era Clara, sí, pero otra Clara, otra RRPP pero con una fama bien diferente: La de interesada/prepotente/sobradísima, cuya frase favorita últimamente era «Si no eres del Marca, ni me llames». A mi, la verdad, nunca me había tratado mal, había tenido poco roce con ella y – creo – no había mal rollo, así que le contesté, iluso de mí. Como me había cambiado el teléfono hacía poco, decidí clarificar la situación:

«Hola Clara! Que soy Ricardo Farinela, el exDiario Digital, que me he colado y era un sms para otra Clara, ¿Qué tal todo?»

Así, como un señor, mostrando interés, rectificando, con cintura. Claro que sí. Me estaba autoregalando la mollera interior cuando me llegó su segundo – y último sms.

«Soy la Directora de RRPP para España de Virtua Games. Este móvil es un número personal y te agradecería que lo borraras de tu agenda.»

Ni un cómo estás, ni vale, no pasa nada, ni nada de nada. Si es que uno hay veces que vive engañado. En fin, que hay días que me alegro de no entender a la gente con la que trabajo. Al menos parece que saben lo que hacen…

PD: qué poco de ficción tiene la anécdota con la RRPP….

Relatos anteriores:

  1. Que sepas que me has hecho un adicto a éstas aventuras «ficticias» y que pagaría por leerlas (poco, que entre tanto pro, cod4, assasins, y lo que queda por venir está la cosa mu malita). Gracias por regalarnos éstas sonrisas entre sorbos de café de máquina.

  2. [quote comment=»54076″]Que sepas que me has hecho un adicto a éstas aventuras «ficticias» y que pagaría por leerlas (poco, que entre tanto pro, cod4, assasins, y lo que queda por venir está la cosa mu malita). Gracias por regalarnos éstas sonrisas entre sorbos de café de máquina.[/quote]

    Pues mira, si unos cuantos piensen como tú sacamos una edición recopilatoria en tapa dura XDDDDD

    No, en serio, nos encanta que os gusten, porque a nosotros nos encanta hacerlas XD

  3. Lo mejor, los del partido de los verdes, que nos encargan muchos elfos. Del bosque, claro, “Que los oscuros se parecen sospechosamente a los independentistas”.

    Para mi esto es lo mejor con diferencia. Tremendo Cristian, me encanta que recuperes la sección y que cierto es que esta historia de ficción tiene poco XD

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