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Impresiones: Gran Turismo Sport, un diamante pulidísimo

Gracias a PlayStation España le he podido dar ya unas cuantas horas a la versión final de Gran Turismo Sport, un videojuego al que, seguro, se le pueden poner muchas pegas, pero al que no se le puede ignorar su incomparable presencia, elegancia y pedigree.

Kazunori Yamauchi. Un hombre en la eterna búsqueda de la perfección. En la traducción de su gran pasión, los coches, a un formato digital disfrutable por cualquier videoaficionado, capaz de abrir bocas y generar el mismo entusiasmo que la Industria Automovilística le generan a él.

Su visión convertida en Videojuego es la saga Gran Turismo. Una franquicia, más allá de las críticas, mítica, reconocible como una de las marcas asociadas a PlayStation desde los mismos inicios de la aventura de Sony en los videojuegos. La PSX de Kutaragi acogió al primer Gran Turismo, el juego que, antes de la aparición de Gran Turismo Sport, era considerado por el propio Yamauchi como su entrega favorita de la serie. Un título que, ese sí, rompió moldes y con el que Polyphony Digital se ganó una merecida vítola de estudio virtuoso que le valió pasar a convertirse en una de las First Party mimadas de Sony y a su líder en una de las figuras más reconocibles de la Industria.

A pesar de que únicamente he jugado a este Gran Turismo Sport, en su versión final, bastante menos de lo que quiero hacerlo, puedo llegar a darle la razón a Kazunori san. No tanto en el orden del ránking – para mi el impacto del primer Gran Turismo es inigualable – sino en el hecho que este Gran Turismo Sport recupera el lustre que la franquicia había, en mi opinión, dejado atrás.

Un lustre centrado en unos acabados magníficos que, eso sí, no consiguen esconder la limitada oferta jugable cuando no estemos conectados a PSNetwork. Y es que su apuesta incondicional por el online le pasa factura y le impide ganarse los corazones de los jugadores más tradicionales, pero el mimo y la fastuosidad de la producción son equiparables a los inicios de la serie con la que Yamauchi se dio a conocer como creador al gran público. En su momento, el primer Gran Turismo se convirtió no solo en un referente de los juegos de conducción, sino en un estandarte de lo que una consola con soporte óptico como PlayStation podía llegar a ofrecer al mercado.

En estos tiempos que corren es complicado impresionar al personal de la misma forma, con la misma fuerza, al menos con recursos técnicos. Pero Kazunori y el resto de Polyphony Digital demuestran que con la atención al detalle puede llegar a reemplazar al virtuosismo técnico, algo que ya se da por sentado en la generación actual. Gran Turismo Sport es, así, más que un juego. Es una plataforma en la que cualquier amante del automovilismo encontrará un lugar en el que poder pasarse horas y horas disfrutando del ingente material incluido en el disco.

Descubrir la historia detrás de cada gran marca, crear postales de ensueño combinando los bólidos y una colección de localizaciones de todo el planeta, incluyendo España, disfrutar de las repeticiones – un maravilloso pasatiempo marca de la casa desde la primera entrega – o realizar capturas desde las mismas, gracias al completísimo Modo Foto, son solo algunas de las actividades que consiguen darle ese empaque de producción de muchísimos kilates.

Gran Turismo Sport acaba de iniciar su andadura en PS4 y ya hay, como comentaba Diego en sus impresiones, quien desea que sea relegado por una secuela que, seguramente, ya saldrá para la sucesora de PS4 (y PS4 Pro). Yo, quizá menos ambicioso, me limito a aplaudir a Yamauchi san, en su enésimo intento por conseguir crear un videojuego capaz de transmitir su amor por los vehículos de cuatro ruedas, con el que ha creado un título que sirve de perfecta carta de presentación de las características de la consola, incluyendo su desaprovechado periférico estrella, las PSVR. Sí, hay que saber reconocerle los méritos a Polyphony Digital, aunque este Gran Turismo Sport, al menos en sus primeras horas, no haya conseguido hacerme olvidar esa mítica primera entrega en la que lo flipaba gastándome los duros virtuales en ese tuning mítico bautizado como Modificaciones de Carrera.

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