Seguro que ninguno de nosotros recordamos el nombre de la primera colonia con la que nuestros padres irritaron nuestra, por aquel entonces, virginal piel; pero seguro que ninguno de nosotros podemos olvidar la primera consola que nos regalaron y la emoción tal que nos suscitó su primer encendido, las horas de juego en Navidad antes de que volvieran las clases, los amigos corriendo por los pasillos y gorroneando la merienda, nuestras madres con cara de dios-mio-he-criado-un-monstruo, los ojos como platos de pegarnos tanto al televisor, la primera pataleta cuando nos castigaban prohibiéndonos jugar... Momentos que perdurarán en nuestra pequeña memoria anónima.
Mi primera colonia, Chispas







