Para los que tienen una hipoteca, para los que pagan la letra del coche, para los que compran a plazos, para los obsesionados con la tecnología, para los puristas, para los no puristas, para los que aún juegan con la GBA, para los no emancipados, para los parados, para los tacaños, para los no pudientes, para los que no les hace falta presumir ante los amigos, para los que sienten la amenaza de su mujer, para los que tienen niños, para los que tienen cachorros, para los que ahorran, para los que no llegan a fin de mes, para los mileuristas, para Esperanza Aguirre...






Aunque sabemos que los personajillos que habitan los videojuegos no son reales sino meros pixels ejerciendo de actores, las compañías están empeñadas en dotarles de comportamientos, o al menos apariencia, con los que asemejarlos en forma y fondo a las personas de carne y hueso. Pero lo cierto es que muchas veces los pretenciosos enfoques de los desarrolladores distan mucho del resultado que permite la tecnología hoy en día. O por lo menos eso es lo que parece.


Uno de los debates más trascendentales que hay sobre el mundo del mundo electrónico es si los videojuegos pueden catalogarse como el enésimo arte, y equipararse así al cine o a la música. Un debate que para mí no tiene razón de ser, a causa de un factor: la jugabilidad.
Admirar una obra de arte implica, según mi punto de vista, una actitud pasiva con respecto a la obra admirada. A nadie se le ocurre, ni se le permite, acudir a la National Gallery para restregarse contra Los Girasoles de Van Gogh, ni acudir al Louvre para lamer el cuadro de la MonaLisa. Son obras que se admiran pasivamente, permitiendo que capturen nuestros sentidos pero sin alterarse ellas ni un ápice, para que el resto de personas puedan disfrutar de ellas en el estado en el que el artista las dejó cuando las dio por concluidas.
Ahí es donde se encuentra, según mi punto de vista, el principal escollo que separa los conceptos de Videojuego y Arte. El arte, opino, no puede ser interactivo, porque entonces se confundirían los papeles de Artista y del Público que tiene que disfrutar de esa obra de arte.