[Retrovision] De conversiones imposibles I: Operation Wolf, Afterburner y Outrun.



La gran mayoría de nosotros, hemos fantaseado en algún momento de nuestra retro vida, sobre cóm

o sería eso de disfrutar de una recreativa en nuestra propia habitación, ilusión que por aquel entonces se vislumbraba muy difícil, por no decir imposible, pero que renacía a la vez que cada conversión era anunciada a bombo “y Micromanía” por la compañía de turno.

La ilusión videojueguil es terriblemente efímera, pero en aquella época, este efecto se agudizaba hasta los límites más insospechados, provocada siempre por las limitaciones técnicas de los 8 bits, y sus consecuentes conversiones, a medio camino entre lo grotesco y lo inverosímil.

El tema de este post consistía -en un principio- en elegir un juego de aquella época que nos haya marcado, lo que no se especificaba era si había sido para bien, o para mal. Y como no, he elegido el lado oscuro. Pensando en qué títulos realmente me habían decepcionado en mi infancia videojueguil, me vinieron de forma instantánea a la mente tres juegos: Operation Wolf, OutRun y AfterBurner.

Si sois de mente rápida (mas de 8 bits), os habréis dado cuenta de que el trío calavera está formado por juegos con un sistema de control propio, que hacía que la experiencia jugable alcanzara el cenit placentero de nuestras neuronas.

Si ya portar en condiciones una recreativa de control estándar (mando morcillero + botones quemados por los cigarros), era una tarea bastante afanosa, no digamos si por el camino, se tenía que prescindir del 70% de su interés jugable en forma de hardware molón.

Pero claro, el market es así. En una época donde había que convertir hasta el último bit de toda recreativa, lo imposible se convertía por arte de magia en factible, y corría la desdicha de ser embutido en un cassette. Y sí, hijos míos,

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ésta es la razón que hizo que mi manceba afición videojueguil se viese perturbada: las conversiones indiscriminadas de los años 80.

Para todos aquellos que no tengan más de 30 años, o que pasaron su infancia allá en la montaña con Heidi, haré un pequeño resumen que ofrecían estas 3 recreativas en su versión antro, y el por qué de su inepta conversión a sistemas domésticos.

Operation Wolf: En aquella época, no existía un antro de perversión que no incluyese en

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su repertorio alguna máquina en la que encarnásemos el papel del rambito de turno, y Operation Wolf era la reina de la noche. Aquel cajón de madera lacada estaba dominado por una espectacular –y pesada- réplica de un subfusil (ametralleta en la época), con force feedback incluido (esto-tira-patrás en la época) cuya única y obvia función era la de expulsar los excesos de adrenalina de nuestra corriente sanguínea. Aquel elemento de destrucción hizo las delicias del que suscribe en incontables tardes de verano, consiguiendo por primera vez, que gritase a pulmón abierto delante de una recreativa. La sensación de poder materializar in-person a Stallone aniquilando a todo vietnamita viviente, o al amigo Suarchi disparando hasta por el recto duodenal en Commando, era realmente impagable. Como consecuencia directa, mi primer hype de la historia se forjó en torno a la noticia de que Taito, desarrolladora del juego, contemplase la posibilidad de lanzar una versión domestica, con ametralleta incluida.

Aún recuerdo las interminables semanas que pasé hipeado hasta los huesos, por tener entre mis manos mi primer periférico de aniquilación total. Incluso intenté comprar el juego en un viaje vacacional a nuestros vecinos portugueses, creyendo –iluso de mí- que dentro de la caja encontraría mi oscuro objeto de deseo.

Finalmente, y después de la angustiosa espera, conseguí comprar el juego nada más salir al mercado, y mi sorpresa fue la de encontrar la típica y miserable caja de plástico+cassette, sin rastro de mi primer gadget videojueguil.

Aún así, intenté recrear con el teclado la experiencia jugable de la recreativa, de forma insistente, pero la realidad siempre es más cruda que la ficción, y en pocos días, y ante la

impotencia que suponía emular a John Rambo con el tosco cursor de mi amstrad cpc, desistí.

Y la cuestión es que la conversión realizada por la omnipresente Ocean no era del todo mala… buenos colores, scroll aceptable y sonido decente (todo ello para la época, claro), y encima respetaba los niveles del original (un logro). Pero claro, el lastre del control era a todas luces insalvable, a menos que no hubieses jugado a la recreativa (tarea más imposible si cabe).

Como diría el replicante de Blade Runner,

“Yo… he visto cosas que vosotros no creeríais… atacar poblados en llamas llenos de insurgentes vietnamitas, he visto ametralletas en la oscuridad cerca de la puerta de los antros de perversión.

Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia.

Es hora de poner la cassette.”

Posterior a la mayor destrampada de mi vida videojueguil (no, Halo 3 no cuenta), llegaron algunas

42 conversiones y aberraciones varias al sufrido cassette de mi Amstrad CPC 464, pero que naturalmente, no supusieron un efecto desmoralizador tan grande y frustrante (en esto de los videojuegos, se aprende rápido… o no). Habiendo desechado por completo la posibilidad de que alguna recreativa de esas características entrara de forma decente en aquellos impotentes 8 bits, volví a sucumbir en los antros del vicio barato, y me dediqué a disfrutar plenamente de mis máquinas favoritas.

Aquel mismo año, viví la época de Topgun, Águilas de Acero (impagable esos Queen en el walkman del prota), y demás films de cadetes superguais con demasiadas horas en las cabinas de simulación. Y claro, mis sueños húmedos comenzaron a inundarse de épicas batallas aéreas con banda sonora de Iron Maiden (era más jevi que Mazinger en un taller de tuning). Pero bueno, a lo que vamos, que mis neuronas se van de vacaciones: La máquina (cabinete, para Toño) de surcar los cielos.

Alter Burner vino al mundo de la mano de la siempre añorada Sega allá por el año 87, cuando aquí el zagal tenía la temprana edad de 14 añitos, y un año después, ya me encontraba sentado en aquella impresionante cabina que replicaba (escasamente) el interior de un F-14, mientras gritaba “one man… one goal… one mission”, a la vez que la máquina me invitaba a potar gracias a sus incontinentes y espasmódicos movimientos. Abrumado por aquel espectacular hardware, caí preso de su gran magnetismo y olvidé pronto lo realmente importante: el juego.

Quizás fuese culpa de mi juventud, o que mi incipiente testosterona me nublaba la vista, pero no entendía nada de lo que pasaba en la pantalla. Así de claro. Agitaba el mando en todas las direcciones mientras descargaba toda la munición de Sidewinders en tiempo record, pero sin tener ni puñetera idea de qué hacer, de por qué de vez en cuando destruía algún avión enemigo, y menos aún saber que sprite de los 400 que había en la pantalla me podía derribar.

Aún así, yo era feliz, aunque la cara de mi padre no era precisamente de satisfacción, cada vez que tenía que meter los 20 duros que costaba aquella máquina de vomitar. Eso sí, se resarciaba de aquel despilfarro cuando al bajar me veía andar de un lado a otro de la calle como un borracho.

Consecuencia de mi adicción a los mareos y vértigos, decidí comprar el juego (benditas 1200 pts.) nada más salir a la venta. Pero esta vez estaba preparado. Sabía que la técnica de “super escalado” que Sega usaba para recrear ficticios entornos tridimensionales, no era bien digerida por las entrañas del Zilog Z80 de mi CPC, situación que ya había experimentado con OutRun.

El estropicio gráfico fue notable. Si antes en la recreativa era difícil saber qué sucedía en pantalla por culpa se su frenetismo, aquí pasaba justo al contrario: píxeles como puños, que igual podían ser misiles, que aviones, que … supercoco, y todo sobrevolando un escenario de moqueta… moqueta azul, moqueta verde, moqueta marrón… y otra vez vuelta al ciclo cromático.

Pero no todo fueron aspectos negativos, ya que por fin aprendí que los Sidewinders no eran infinitos, que los aviones enemigos caían al dispararles, y que pegarte un walkman con cinta aislante a la pierna, corta la circulación (esto es verídico).

He decidido dejar para el final mi “in memoriam” del clasicazo atemporal que mitifico en mi vida a las rubias, y a los coches del cavallino rampante: OutRun (“eyacula fuera” en los antros del vicio).

Cuando tienes 14 años y eres un jivimetal de pantalones ajustados y zapatillas Paredes (de basket, of course), tu vida se limita a suspirar por todo aquello que nunca tendrás: Una banda jivi de melenudos con muñequeras de pinchos y conducir un deportivo. Ambas cosas tenían su materialización virtual, gracias al Air guitar (antecesor primitivo del Guitar Hero), y a la recreativa OutRun.

La primera vez que salí de aquel cajón que imitaba al interior de un Ferrari, las piernas me temblaban, y recuerdo que dije entre tartamudeos y cortes de respiración: “ost…me ca…. es como cond…. un… co …. afff afff… …”. Sí, aquello era lo más parecido a conducir un coche, cuando no

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puedes conducir uno. Asiento, volante, marchas… y la brisa de la playa dándote en la cabellera (…sí, sí… yo la sentía).

Velocidad descomunal, gráficos deslumbrantes e hipercoloristas, pendientes que quitaban el hipo, emisora de radio (guauuu) y …. un nivel de dificultad sacado de las pesadillas de Freddy. Así era OutRun, la máquina más chula, deseada y admirada que podías ver en un antro viciosil.

Pero como todas las experiencias videojueguiles importantes en nuestra vida, ésta me enseñó dos lecciones que jamás olvidé: que las recreativas ya no costaban 25 pts. y que mi ordenador NO era una recreativa.

El correspondiente down-tech a 8 bits fue -como todos en aquella época- tristemente patético, no por su calidad técnica en sí, sino por la decepción que suponía para todos los aficionados a los arcades, tener que conformarnos con jugar a versiones tan vilmente mutiladas de nuestros mitos erótico-jueguiles. Como he comentado anteriormente, el “super escalado”, desaparecía de un plumazo, sustituyéndose por planicies de color uniforme, y algún que otro sprite que, de vez en cuando hacía presencia, para recordarnos que nuestro Testarossa no corría sobre interminables campos de fútbol. Para colmo, la sensación de velocidad fue suprimida de un plumazo, motivo que me privó de poder disfrutar de mis rachas de aire playero que tanto me reconfortaban en la recreativa.

Eso sí, U.S. Gold tuvo el detalle de incluir las míticas melodías de la recreativa, en una cinta de audio, … …pero ya no me importaba, en mi walkman Bruce Dickinson gritaba “raaaaannnn tu de jillllsssss” mientras el ventilador de mis padres apuntaba a mi cara intentando imprimir algo de la velocidad perdida en el sinuoso camino de las conversiones.

Fueron otros tiempos, de grandes alegrías, y grandes decepciones, de frustración y emociones sin parangón…. ni mejores, ni peores, pero seguro que irrepetibles, y por ello merecen ser recordados con todos los detalles que nuestras ya desgastadas neuronas nos permitan, porque sólo nosotros pudimos vivirlo, y este será nuestro legado.

(¡qué chulo ha quedado eso!, ¿no?)

Ale, a mamarla.

  1. [quote comment=»108014″]Tremendo Fran, uno de los mejores, si no el mejor de toda Akihabara. Me ha encantado.[/quote]

    Que va hombre, ha sido el sentimentalismo que te ha producido, que estas cosas emocionan y nos nublan el juicio :D.

  2. Buen artículo, y unas experiencias que hemos vivido la mayoría de los de nuestra quinta 😉

    Sólo un apunte: el Operation Wolf con la pistola del Spectrum molaba un huevo 😀

  3. Yo no pille esa epoca de pleno , al unico que e conseguido jugar y recuerdo es el outrun en algunos recreativos alejados de la mano de dios xD

  4. Impresionante post. Me ha llevado más de dos horas leerlo (no del tirón, claro, hoy tengo mucho curro). Has revivido muchísimas experiencias personales, incluyendo pantalones vaqueros elásticos, muñequeras, musica jevi, y aquellos benditos 13 añitos que tenía servidor en el 87. Operation Wolf nunca me gustó demasiado, de los tres el que más me emocionó fue Out Run, aunque mi paga no daba para mucho y no podía jugar demasiado, que 20 duros eran 20 duros, y eran cuatro partidas en las máquinas corrientes (Double Dragon y Golden Axe me quitaron muchísimas pagas..)
    Genial Roswell, una maravilla de post, que si me das permiso, enlazaré más pronto que tarde en eol para que lo disfruten más frikis treintañeros, que por allí creo que aún queda alguno.

  5. [quote comment=»108047″]Impresionante post. Me ha llevado más de dos horas leerlo (no del tirón, claro, hoy tengo mucho curro). Has revivido muchísimas experiencias personales, incluyendo pantalones vaqueros elásticos, muñequeras, musica jevi, y aquellos benditos 13 añitos que tenía servidor en el 87. Operation Wolf nunca me gustó demasiado, de los tres el que más me emocionó fue Out Run, aunque mi paga no daba para mucho y no podía jugar demasiado, que 20 duros eran 20 duros, y eran cuatro partidas en las máquinas corrientes (Double Dragon y Golden Axe me quitaron muchísimas pagas..)
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    Si, of course, sabes que x mi parte no hay ningun problema.
    Gracias x leerlo :D.

    Wako, tu no tienes que pedirme permiso para nada :D, no se si

  6. Me cago en ρ… ¿Este es algún tipo de detector enmascarado de viejas perras nostálgicas como yo? Joder, mientras iba leyendo solo podía repetirme a mí mismo con voz de John Rambo y boca torcida «¡ESTA MIERDA ES BUENA! ¡ESTA MIERDA ES BUENA!».

    Hoy los odio un poco más por retrotraerme a los miserables tiempos de mi vagar por las salas de recreativas viendo a los dioses del Rygar meterse todo el juego entre pecho y espalda con una sola moneda XDDDD

    (reverencia abyecta).

  7. Excelente articulo compañero, me ha encantado.

    Gracias por hacerme pasar este buen rato, quizas te ha faltado solo un pequeño detalle, si es que se le pueden poner pegas a tu articulo, unas fotitos de las recreativas hubiesen quedado ya de lujo.

    Un saludo y felicidades por el articulo.

  8. Joder Rowell…símplemente genial;verdad pura de principio a fin,desde mis 36 tacos lo puedo asegurar,y tras recordar no puedo evitar tener la sensación de que en esa época lo vivíamos más inténsamente,no sé.Gloriosos años de los 8/16 bits.
    Y por cierto,en mi walkman también sonaban siempre los dioses Maiden.Up the Irons!!!

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