De oca en oca y tiro porque me toca. Si hace unos días defendía la candidatura de esa máquina de adicción llamada Vampire Survivors como GOTY 2022, ahora me he encontrado con una droga aún más dura: Gas Station Simulator.
El poder de adicción de Gas Station Simulator es tal que ayer lo probé a la 1 de la mañana, con la intención de echar una partida rápida después de las partidas a Fortnite con los colegas, y cuando quise darme cuenta ya eran casi las 4 de la mañana. Ya me lo había advertido mi primo Dani pero pensaba que exageraba. No era el caso.
La ristra incesante de tareas y acciones que Gas Station Simulator propone hace que no tengas apenas tiempo de siquiera plantearte grabar la partida. El juego te exige incluso que combines múltiples actividades a la vez para poder avanzar, teniendo incluso que buscar tiempo donde no lo hay para poder hacer un poco de freestyle y, por ejemplo, ponerte a recoger la basura. Porque con todo el trabajo que hay que hacer, ya te digo que se te acumulará la basura.
Y cuando te veas reponiendo el stock de bebidas, colocándolas en la tienda de la gasolinera, corriendo para poner gasolina a tus clientes, arreglando los coches en el taller y usando un bulldozer para aplanar el párking, y a la vez estés todo el rato pensando que tienes que encontrar el momento de sacar la basura, en ese preciso instante serás capaz de atisbar la puta bomba de adicción que es Gas Station Simulator.
Si te acercas a él que sepas que es a tu propia cuenta y riesgo. Yo ya te he advertido: si empiezas a jugar a Gas Station Simulator no vas a pensar en nada más por muchas horas.