Muchas veces me da palo ponerme a jugar. Casi siempre es por falta de tiempo, por ese miedo a que cuando conecte la consola esta se va a poner una cola de actualizaciones que va a requerir un buen rato hasta que pueda empezar a matar marcianos.
Catar más que atiborrarse
Pero también tienen que haber las propuestas adecuadas. Yo juego al final del día, con la familia ya en la cama, y a esas horas llego con la energía justa. Los títulos que requiren muchas horas para despegar, léase RPGs y similares, están por definición fuera de lo que puedo atacar en esa franja.
Es por eso que en mi menú de jugador suele estar siempre el último PES o algún arcade estilo Streets of Rage 4 (cómo lo he disfrutado). Pero últimamente estoy volviendo a uno de los juegos que más gratamente me han sorprendido de esta ¿pasada? generación: Forza Horizon 4, sin duda la exclusiva de Xbox que más me gusta.
No soy de juegos de coches, BUT
Desde los tiempos de Ridge Racer en PSX un videojuego de conducción en consola no me había flipado tanto. La propuesta de Forza Horizon 4 es tan bruta, tan cuidada, tan satisfactoria, que volver a él siempre es un auténtico placer. Es como volver a casa, sentarte en una mecedora en el jardín envuelto en una manta y ver cómo las flores son mecidas por el viento mientras te bebes un café con leche calentito y la tarde pasa. Algo así.
Ojalá un Forza Horizon para Series X en no demasiado tiempo, aunque parece que la gente de Turn 10 tiene otros planes antes: volver a Forza Motorsport.
En cualquier caso, no tengo prisa. Mi salto a la Nueva Generación va a ser con PS5, la única que va a tener un par de exclusivas potentes el día 1, tras ese desastre llamado Halo Infinite; así que, en cuanto a conducción, tengo claro que Forza Motorsport 4 voy a volver muchas veces.