Hades, una oda al Videojuego

Llevaba escuchando el nombre de Hades por Twitter muchos días. Extrañamente, nadie entraba en detalles. Únicamente leía cosas como «es un vicio», «estoy enganchado», «qué bueno que es», pero nada más. Nada relativo a qué género pertenecía, ningún detalle que pudiera servirme para situarlo.

Así que, viendo tal aluvión de groupies en mi TL, hice lo único que podía hacer: comprarlo a ciegas para mi Switch. Y es que no hay nada mejor que consumir un producto de ocio con la única certeza que es un producto de calidad, pero sin tener ni p*** idea de qué va. Por eso no veo trailers.

Una Maravilla por sorpresa

Hades, descubrí al probarlo, es un Roguelike cuidadísimo, creado por la gente de Supergiant Games (Transistor, Bastion) y, curiosamente, es el primer juego de esta gente que me ha gustado. Tampoco es que sea muy difícil. Disfruté como un enano Rogue Legacy y me encantó ver como Dead Cells interpretaba, a su vez, la misma propuesta. Vamos, que el género me entra fácil.

Tengo que aclarar algo: soy un 0 a la izquierda jugando. Para mi el éxito es superar unas pocas pantallas, y pasarme el juego lo veo como una quimera. Cada vez que desbloqueo un arma o uso un modificador de los dioses lo siento como un highlight de mi partida. Y ya no hablo de acabar con alguno de los jefes intermedios. Además, Hades promueve esa sensación de logro desligada del superar el juego, algo reservado para lxs más virtuosxs del mando.

El desbloqueo incesante de elementos decorativos de elementos decorativos y potenciadores crea una sensación de continuo avance que previene de la frustración que podría originarse si Hades tuviera como única meta el ser superado.

No te lo puedes perder

Hades es uno de esos juegos que te atrapan y no consienten en dejarte ir hasta que los has disfrutado hasta la extenuación. Una auténtica maravilla artística, visual, sonora y, sobre todo, jugable, con un arsenal casi infinito de elementos creados para que el jugador se sienta arropado, en un contexto en el que el Reto de superar al juego ocupa una posición interpretable como no central.

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