Zero Latency con niños es dejarles con la boca abierta

Este viernes pasado fui con mis hijos y varios de mis sobrinos y sus padres a jugar a un Zero Latency, una cadena de centros especializados en Realidad Virtual, gracias a la invitación de PR Garage.

Con una edad mínima de 7 años (por altura y por soportar el peso de la mochila), y olvidándonos de los zombies, nos echamos un par de partidas a Engineerium, un juego básicamente de pasear – no se me ocurre otra forma mejor de definirlo – en el que les jugadores tienen que colaborar para poder avanzar en el mapa y así alcanzar el final del mismo.

Éramos un grupo de 7 en total, incluyendo 4 niños, y tras las pertinentes instrucciones del equipo de Zero Latency, importantísima la parte de «no corráis ni saltéis» teniendo en cuenta la edad de les peques, y algunas instrucciones para no marearnos de las que nos pudimos beneficiar también los mayores, la partida empezó.

Engineerium, aparte de no usar armas o enemigos, no tiene demasiada profundidad jugable, se basa en que les jugadores se coordinen – gracias a la comunicación por auriculares – para colocarse rodeando las esferas mágicas, o para que activen todos los interruptores simultáneamente. Ambas acciones abrirán nuevos caminos en el mapa, para que podamos avanzar.

Los 4 niños juegan habitualmente a videojuegos, pero los gritos de «¡Es el mejor juego que he jugado nunca!» se sucedían continuamente. Y eso que, a nivel de experiencia, es sumamente sencilla. No hay enemigos, no hay combate, no estás estresado por pensar que un zombie te va a flanquear, elementos que para un niño serían negativos pero que, como jugador más experimentado, ya he podido disfrutar previamente en Zero Latency.

Eso sí, el diseño del nivel de juego cuenta con muchos momentos en los que uno puede marearse fácilmente, y en los que habrá que tirar del «truco» de levantar los brazos y caminar despacio para no perder el equilibrio. Es flipante lo que los sentidos nos dictan aunque tengamos clarísimo que no hemos abandonado una sala completamente plana.

La Realidad Virtual, para mi, fue volver a emocionarme, no solo con los videojuegos. Y por lo que he experimentado, los niños lo ven de la misma forma.

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