The Red Strings Club: ¿en qué momento quedó sellado mi destino?

Hace ya unos días que terminé The Red Strings Club, lo nuevo de Deconstructeam editado por Devolver Digital, y todavía sigo pensando en ciertos temas que trata el juego, esto no me suele pasar muy a menudo.

El Bienestar Psíquico Social

Llevo un ritmo tan frenético con los videojuegos que no me paro a profundizar normalmente en los aspectos que plantea, pero esta obra me ha invitado a la reflexión. Y es que, aunque The Red Strings Club sean tan solo cuatro horas de juego, también son días de reflexión. La obra nos sitúa en un futuro distópico en el que una gran corporación llamada Supercontinent está planeando poner en marcha el «Bienestar Psíquico Social», un sistema que afectará a los implantes de gran parte de la población de esta ciudad y se acerca mucho al control mental, tal y como lo conocemos.

En esta experiencia narrativa, como lo ha definido el propio estudio, nos ponemos en la piel de Donovan, broker de información y camarero del Red Strings, un bar en el que se usan licores para conectar con las emociones de los clientes. Y es desde aquí, desde donde movemos nuestros hilos y llevamos a cabo la acción con Donovan, siempre detrás de la barra. También contaremos con la ayuda de Brandeis, hacker de profesión. Juntos harán lo posible por acabar con este programa de Supercontinent antes de que se lleve a cabo.

Moviendo los hilos detrás de la barra

En el juego hablaremos con diferentes personajes para intentar conseguir información sobre el «Bienestar Psíquico Social», aprovechando que podemos jugar con las emociones de los clientes para obtener una información distinta.

Los personajes del juego, aunque siguen muchos clichés del cyberpunk tienen mucha personalidad y son bastante sólidos. Me ha encantado el mundo en el que nos envuelve la obra, es por eso que me habría gustado ver más personajes en el bar, sin importancia en la trama, que nos contaran más sobre este universo y sus peculiaridades.

Pero no solo tenemos que elegir cómo vamos a manipular con nuestros licores a las personas que pasan por el bar. The Red Strings Club te plantea dilemas morales que, a veces, puede que te cuesten responder a la ligera, si te lo tomas en serio. En ocasiones, el juego es capaz de hacerte dudar de tu propia ética. Está claro que Gods Will be Watching, el anterior juego de Deconstructeam, es mucho más difícil que el título que hoy nos ocupa. De hecho, este último ni si quiera tiene pantalla de Game Over, por lo que no podemos perder, pero me he encontrado con decisiones realmente difíciles de tomar.

 Y es que las decisiones son uno de los factores más importantes de la obra. Además son planteadas de una forma distinta, más transparente y humilde, en cierto modo. En todo momento podemos acceder desde la parte superior izquierda de la pantalla a un esquema que nos indica todas las posibilidades y las decisiones que ya hemos tomado. Incluso, en cualquier momento podemos avanzar hasta el final del mapa y podemos ver como todo el esquema converge en un mismo punto: “Brandeis cae de la torre de Supercontinent”. De hecho, el juego empieza mostrando su desenlace. Porque la obra conoce a la perfección las limitaciones de estos sistemas de decisiones y opta por hacer énfasis en el camino, no en el final.

De esta forma, aun sabiendo que no vamos a cambiar el desenlace del juego, este invita a la rejugabilidad para descubrir otras formas diferentes de llegar a ese mismo punto. Una rejugabilidad algo distinta a la tradicional, más parecida a releer un libro. Puedes descubrir detalles muy interesantes que pasaron desapercibidos en la primera ronda.

De modelado de bioimplantes a coctelería emocional

En The Red Strings Club destacan tres tipos de mecánicas, estas fueron desarrolladas en diferentes GameJam como proyectos separados. Lo más sorprendente es que encajan extrañamente bien en la obra.

La primera que se nos presenta, la coctelería, es la principal  y la que ocupa más tiempo en el juego. En ella tendremos que hacer un cóctel que produzca la emoción que busquemos de las que nos ofrece cada personaje. Aquí la dificultad no radica en la mecánica en sí, más bien en saber escoger qué emoción buscamos para conseguir la información que queremos obtener de la persona con la que conversamos.

La siguiente consiste en el modelado de implantes a través de la alfarería. Puede costar adaptarse a los controles al principio, pero cuando dominas la técnica resulta muy entretenido y relajante. Y por último, el puzle de suplantación de personas por teléfono. Muy bien diseñado y organizado para que no resulte complejo ni demasiado cargado de información. No está nada mal, pero siento que no concuerda del todo con la quinestética del resto de mecánicas, es mucho menos táctil que las anteriores.

Mientras modelaba bioimplantes, después de haber servido unas copas en el bar, pensé lo curioso que sería y lo bien que podrían encajar estas variedades de mecánicas con los controles de Switch. Pero al llegar a esta última parte esa idea perdía un poco el sentido, esta fase de suplantación de gente por teléfono se sale un poco de esa línea.

Conclusión

The Red Strings Club es una gran propuesta por parte del estudio, con una historia profunda e interesante. Un sistema de decisiones que se presenta humilde al jugador, reconociendo sus propias limitaciones. Y tres mecánicas de juego que se hicieron por separado y juntas son más que entretenidas. La obra trata muchos temas desde diferentes puntos de vista y presenta dilemas éticos que, como bien he mencionado en este texto, te harán cuestionarte tu propia ética. Puede que después de los créditos cierres el juego, pero The Red Strings Club te acompañará durante un tiempo. [85]

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