Bienvenidos al Hotel Penrose: Análisis The Spectrum Retreat

Después de ganar al BAFTA 2016 al mejor desarrollador joven, Dan Smith Studios nos presenta The Spectrum Retreat, la culminación de Spectrum, el prototipo con el que logró hacerse con el premio. En plena época de vacaciones, tal vez el Hotel Penrose, en Filadelfia, sea el destino más recomendable…

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Despertamos en la habitación 109 del Hotel Penrose, comprobamos que es 20 de mayo y ponemos rumbo al restaurante para desayunar. Despertamos en la habitación 109 del Hotel Penrose, comprobamos que es 20 de mayo y ponemos rumbo al restaurante para desayunar. Despertamos en la habitación 109 del Hotel Penrose, comprobamos que es 20 de mayo y ponemos rumbo al restaurante para desayunar… No, no he apretado CTRL + C varias veces por error.

Tampoco somos Bill Murray en Groundhog Day (Harold Ramis, 1993). No obstante, sí que podríamos decir que, de algún modo, estamos atrapados en el tiempo, aunque quizás no sea la expresión más correcta para llegar a una conclusión acerca de lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Inicialmente, todo parece correcto; despertamos, miramos qué hora es, somos avisados de que nuestro desayuno está listo y nos ponemos en marcha hacia el restaurante con la intención de disfrutar del mismo. Sin embargo, algo no va bien.

El servicio del hotel es tan perfecto que resulta inquietante

Parece que estamos condenados a despertar una y otra vez, bajo las mismas circunstancias, hasta que un día, una llamada telefónica nos promete cambiarlo todo. Al otro lado del teléfono se encuentra una mujer que se hace llamar Cooper. Por el tono de su voz, entendemos que debe tratarse de una persona de mediana edad, a la que no conocemos ni hemos oído nunca. Sea como fuere, Cooper nos alerta de que algo no va bien y nos propone cambiar el devenir de los hechos; cambiar lo que pasará al día siguiente y ¿escapar?

Es probable que confiar en las indicaciones de una desconocida no sea lo más inteligente, pero, teniendo en cuenta que las agujas del reloj se reinician cada 24 horas y la única salida del hotel a la que podemos acceder nos lleva de vuelta al interior, quizás sea el momento de atender a lo que nos dice Cooper y tratar de hacer algo de provecho durante uno de los incontables —y monótonos— días que nos quedan por vivir en semejante lugar.

En algunos momentos, nuestros recuerdos florecen a nuestro alrededor

A estas alturas, resulta evidente que estamos atrapados en una especie de simulación. Nuestro protagonista, Alex, sufre un cuadro de amnesia y no es capaz de recordar prácticamente nada; ni su pasado, familia o motivos por los que se encuentra en el Hotel Penrose. Aunque Cooper no puede ayudarnos con eso, sí que tiene las claves para tratar de alterar el ciclo diario en aras de encontrar algo —o alguien— que pueda darnos alguna que otra respuesta: ¿Por qué no podemos salir del hotel? ¿Quién pagará las facturas? ¿Estamos atrapados en un sueño? ¿No hay más huéspedes en ninguna habitación?

Para más inri, resulta imposible pasar por alto el hecho de que todos los trabajadores del servicio sean máquinas autómatas. Su presencia, que brilla por su elegancia y exquisito trato al cliente —nosotros— resulta de lo más inquietante; doblar una esquina y encontrarnos con un androide preocupado por nuestro bienestar se nos antoja bastante perturbador. Aunque podríamos pensar que solamente cumplen con su trabajo, resulta inevitable no tener la sensación de que nos vigilan; nunca los vemos en movimiento, pero se mueven…

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Aunque a veces podemos tener la sensación de que estamos ante uno de esos walking simulator que lo encomiendan todo a su potente carga narrativa, no conviene olvidarnos de que The Spectrum Retreat es un juego de puzles. A medio camino entre Q.U.B.E. 2 y The Talos Principle, Dan Smith ha sido capaz de encontrar el equilibrio perfecto entre exploración, rompecabezas y desarrollo de la historia. Al igual que Alex, nosotros también estamos condenados a repetir un ciclo una y otra vez: despertamos, desayunamos, buscamos la forma de acceder al siguiente piso y nos sometemos a una serie de pruebas de verificación, ubicadas en lo que parecen los recovecos de un sistema inestable.

Aunque la rutina pueda antojarse repetitiva, la realidad es que el juego nunca llega a sentirse pesado. La exploración no supone un gran reto y cumple con su principal cometido, que no es otro que hacernos vagar por las diferentes estancias del hotel mientras logramos recordar algún que otro elemento de nuestro pasado. Todo ello mientas permanecemos atentos por si alguien del personal de servicio se percata de que estamos intentando provocar un fallo en el sistema o, mejor dicho, escapar. Cada vez que accedemos al siguiente piso, nos toca desandar nuestro camino y buscar una clave con la que poder alcanzar la siguiente serie de rompecabezas. Generalmente, estas claves permanecen ocultas en algún rincón del edificio.

Nuestro teléfono nos indica el color que llevamos integrado

Centrándonos en los puzles, es probable que la propuesta más cercana que podemos encontrar sea el citado Q.U.B.E. 2, si tenemos en cuenta que la clave reside en el uso de los diferentes colores que podemos portar. Cuando accedemos a una prueba, nuestro teléfono siempre muestra un color blanco, señal de que está «vacío». Todos los rompecabezas consisten en encontrar la puerta de salida, aunque el camino hacia la misma suele estar bloqueado por barreras blancas, verdes, naranjas y azules. La mecánica es muy sencilla de comprender: cuando depositamos el mismo color de la barrera en un bloque cercano, esta desaparece.

Si nos topamos con una barrera verde y encontramos una fuente del mismo color, basta con absorberlo para eliminar el obstáculo que nos impide el paso, una situación que se va tornando cada vez más compleja, hasta el punto de encontrarnos en un laberinto formado por diversas barreras diferentes, en el que las fuentes de color permanecen ocultas, viéndonos obligados a explorar, encontrar «depósitos» en los que almacenar los colores necesarios para poder avanzar. Como resulta evidente, lo primero que debemos hacer en cada zona de pruebas es visualizar cuántas barreras hay, localizar las fuentes de color y planificar nuestra ruta, teniendo cuidado de no quedarnos atrapados a medio camino, algo que nos condenará a reiniciar el rompecabezas.

Las barreras blancas solo desaparecen si no portamos ningún color

Generalmente, cada planta del hotel oculta una serie de diez desafíos. La profundidad de los mismos va en aumento conforme avanzamos, añadiendo nuevas mecánicas que debemos combinar para alcanzar la salida: teletransporte mediante puntos de anclaje de color, paneles que hacen rotar la habitación en la que nos encontramos y barreras que podemos usar como puente para cruzar abismos que nos llevarían a una muerte segura. Al igual que sucede con la exploración del hotel y los momentos narrativos, los rompecabezas también disfrutan de un equilibrio muy acertado, disfrutando de un buen ritmo y obligándonos a sacar a relucir nuestro ingenio, sin llegar a repetirse demasiado ni caer en el tedio. Ni mucho ni poco; la justa medida.

Si exploramos el sistema de The Spectrum Retreat y buscamos su Talón de Aquiles, lo único que podemos achacarle es la falta de algún que otro punto de control en algunos rompecabezas, especialmente esos que debemos superar durante la recta final del juego. En alguna que otra ocasión, hacer un mal uso de las fuentes de color puede llevarnos a un callejón sin salida en el que no habrá otro remedio que abrir el menú y reiniciar el desafío. Cuando esto sucede en alguna de las intrincadas pruebas finales —que constan de varias estancias— resulta muy molesto tener que comenzar de nuevo y repetir todo el proceso hasta alcanzar el punto en el que nos equivocamos.

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No me gustaría finalizar este texto sin destacar algo que ha llamado poderosamente mi atención, y es que la versión del Hotel Penrose que exploramos en el juego ha sido recreada con fidelidad. Indagando un poco a través de internet acerca del hotel ubicado en Filadelfia, resulta un tanto perturbador —por aquello de haber disfrutado previamente del juego— comprobar que los pasillos, estancias e incluso esa habitación en la que Alex despierta una y otra vez han sido recreados detalladamente. Si algún día paso una noche allí, espero que las agujas del reloj no se detengan y, sobre todo, ¡Espero que el servicio esté formado por personas de carne y hueso!

¿Queréis aventura? 20 de mayo, habitación 109, en Filadelfia

Resulta muy fácil recomendar The Spectrum Retreat. Exploración, historia y puzles se funden a la perfección en una experiencia que reúne los ingredientes necesarios para que el usuario llegue a plantearse su propia existencia. Sin la ayuda de nadie y a su corta edad, Dan Smith puede presumir de haber llevado a cabo un trabajo fantástico. El juego toca ciertos elementos tan interesantes como la sanidad, el drama humano, la codicia del poder y un escenario de futuro con el que todo ser humano ha fantaseado en alguna ocasión: la posibilidad de acabar conviviendo con máquinas capaces de razonar por sí mismas. Si os apasiona la ciencia ficción y disfrutáis con los juegos de puzles, The Spectrum Retreat es una apuesta segura. [85]

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