Tunic: el viaje del héroe inconsciente

Siempre hay un par de juegos al año que, cuando caen en mis manos, me crean una necesidad absoluta dejandome incapaz de apartarme de mi Nintendo Switch ni un momento hasta que el título lo doy por finiquitado. Este año uno de ellos fue Triangle Strategy, la vuelta por la puerta grande al rol de estrategia por parte de Square Enix; el otro es Tunic. La obra de Dicey es de lo mejor que he jugado este año.

Tunic

A través de las páginas

Tunic es una experiencia innovadora no por su forma de narrar la historia –que también– ni por sus mecánicas, una mezcla de gameplay zeldesco a la par que exigente. Lo sorprendente del título empieza desde el mismo momento en que el manual del juego, en un alfabeto inventado pero que puede descifrarse, existe no como un elemento de consulta externo sino como el medio a través el juego nos muestra su historia y funcionamiento, simbolizado en páginas coleccionables que representan nuestro avance en la aventura. Porque, al igual que nuestra guía, el mundo está roto, estamos solos ante una tierra olvidada por la civilización, y nuestro objetivo es terriblemente incierto.

No tenemos ni idea de por qué estamos aquí. Los primeros compases del juego nos muestran lo que parece ser un espectro de nuestra misma especie, mayor en edad y tamaño, que nos implora que lo liberemos. ¿Por qué? ¿Cómo lo hacemos? El manual dictará nuestros pasos como si de un libro de las profecías se tratara, pero sin tener realmente mucha idea de las motivaciones detrás de esta decisión. Abalanzarse contra los diferentes peligros que nos acechan, espada en mano, no es más que una reacción casi reptiliana de un jugador que, por fuerza de costumbre, entiende esta causa como acertada y emprende la misión sin siquiera plantearse lo que es correcto.

Puerta

El poder en tus manos

Si no nos planteamos si lo que hacemos está bien o mal, porque lo damos por hecho, tampoco nos daremos cuenta de las posibilidades de nuestro personaje. Desde el comienzo, el pequeño zorrito es capaz de realizar prácticamente todas las acciones del juego salvo aquellas ligadas con objetos que conseguimos. En este sentido, notamos profundamente las raíces del título en la saga de Nintendo, pero otras tantas opciones mecánicas que no voy a desvelar existen siquiera antes de que comencemos a movernos con nuestro personaje.

En Tunic tenemos el control casi total desde el principio, pero gracias a un diseño de niveles magistral, el juego nos guía de manera imperceptible a lo largo de nuestro periplo casi sin proponérselo. Nosotros decidimos donde actuar, pero porque el juego nos provoca desear movernos al son que marca. Si exploramos la primera zona del juego, es porque vemos un cartel que nos incita a explorar esa zona primero tanto por composición del mundo como por lore a través del manual. Si después decides explorar una zona antes que otra, porque las posibilidades así te lo permiten, estás en tu derecho.

Lo mismo pasa con los objetos que saquemos, las páginas que consigamos y los misterios que resolvamos. Muchos de estos son opcionales, pero nos ayudarán a comprender mejor el juego, encontrar los secretos que oculta el mundo o, simplemente, facilitarán nuestra aventura a la hora de explorar y enfrentarnos a los peligros que nos encontramos.

Mundo

Clara inspiración, increible implementación

Porque la otra base jugable de Tunic después de la exploración es el combate. Un combate que es, una vez más, una herencia de los Zeldas en vista cenital, pero con una dificultad añadida al tenernos que enfrentar a enemigos con patrones más variados y difíciles, que nos hacen más daño y que reaparecen al más puro estilo Souls cada vez que nos vayamos a un santuario –las hogueras de Tunic– a descansar y guardar partida. El punto de dificultad del juego, no solo por tener que interpretar de manera correcta el manual, sino por lo complicado que es avanzar si no tenemos cuidado, se ve acrecentado al tener que enfrentarnos a los jefes finales, mucho más complejos.

Pero, pese a la dificultad que entraña el desafío, mecánicamente es muy sencillo: tres botones asignables para los objetos de nuestros inventario, un botón para cubrirnos cuando conseguimos el escudo, otro para correr y rodar… y ya. Esto facilita la inmersión del jugador en el título, haciendo que masterizarlo sea algo puramente mecánico porque antes de entrar ya sabemos jugar al juego: no va a pillarnos desprevenidos durante los primeros compases de la partida en ningún momento. Y esto es así tanto para lo bueno como para lo malo, pero por suerte, luego el título sabe sorprendernos.

Lagartos

Un espectaculo artístico

Entrando en el apartado artístico, el arte es excepcional, con un low poly muy bien trabajado y bonito gracias a la dirección de arte y, sobre todo, a la iluminación. Evidentemente la versión de Switch es inferior en este aspecto, pero el acabado general sigue siendo algo impecable, desde los enemigos a los escenarios: todo transmite perfectamente la sensación de aislamiento, de peligro, de exótico y decadente. Es algo increíble.

Y sobre todo por la música. Reconozco que tengo algún que otro compositor fetiche y Lifeformed es uno de ellos. Desde que lo descubrí con la banda sonora del maravilloso e injustamente olvidado Dustforce, siempre tengo alguna canción suya en mis listas de reproducción. Para Tunic, Lifeformed forma dueto compositor junto a Janice Kwan, con la que ya colaboró para su EP Umbra (2016). Es sorprendente pensar que la banda sonora de Tunic haya estado elaborándose durante los últimos siete años antes de lanzarse, con temas electrónicos muy melódicos que acompañan fabulosamente a la obra. No tengo palabras para describir lo hermosa que es la banda sonora ni las horas que he dedicado a escucharla fuera del juego mientras trabajo.

Mercader

 

En resumen

De Tunic ya habló Mau hace unos meses, y esta vez me toca a mi opiniar: es una obra magistral de diseño y desarrollo de videojuegos. No solo es una obra fresca e interesante, capaz de coger géneros tan asentados por sus referentes y hacerlos suyo, sino una experiencia en cuanto a narración y muestra de mecánicas a través de un elemento tan añejo como es el manual, ya perdido en el imaginario colectivo como algo que acompañaba a las generaciones anteriores y que desapareció con la hegemonía de lo digital. Recomiendo Tunic hasta la saciedad como uno de los mejores títulos del año, un viaje increíble y, para colmo, un port envidiable en Nintendo Switch, sin ninguna ralentización ni error gráfico. Por eso, la nota que se merece este juego es de [98].

  1. ¿Sacarán esta maravilla en físico para Switch en España?

    Qué harto estoy de problemas para comprar determinados juegos, que luego as castañas pilongas bien que las sacan para todos los sitemas desde el primer día. Ola puto fifa ke ase.

  2. Al margen de que la música me guste más o menos, me parece alucinante el papel que juega en una mecánica en concreto, un poco en la línea de los que ocurría en el igualmente magistral Outer Wilds

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