Mis primeros pasos con Final Fantasy XIV

En mi eterna búsqueda del MMO definitivo, he buscado en todos los lugares posibles. Esta empresa me ha llevado dios y ayuda viajando por infinidad (bueno, no tanto) de mundos. Desde los primordiales, aquellos que no tenían más gráfico que un texto, hasta los más flashy pasando por todos los rangos de precios.

He conocido gente, he explorado junto a otras personas recobecos que guardan secretos o coleccionables. He farmeado horas una profesión, que es mi cosa favorita de un MMO, para hacerme un plato cuya imagen hizo que el estómago empezase a ronronear.

Pero antes de seguir esta odisea, quisiera hacer una parada que me ha llevado el último mes (y puede que durante años) y, del resto, ya lo contaré en un futuro.

Final Fantasy es una franquicia a la que no he hecho mucho caso. Siempre he ido paralelamente a los JRPG en general y siempre he visto esta saga como algo muy separado de mi gusto adolescente sin saber que, años más tarde, me diese cuenta de que podían encajar perfectamente en mi biblioteca de aquel momento.

Lo que sí sabía de seguro era que la decimocuarta entrega de esta saga podría encajar a las mil maravillas por su ambientación fantástica, gráficos atrayentes, una interfaz agradable, una música evocadora y algún sistema que otro que me llamaba, como una sirena y yo navegante perdido, aludiendo a mis instintos básicos y yo, dejándome encantar, a pesar de saber sus maldades (la tarifa mensual para poder jugar).

Ahora que tengo un sueldo puedo permitírmelo, más aún con la costumbre de utilizar plataformas de streaming y romper esa barrera inicial. Así que sin pensarlo más, fui directo al periodo de prueba.

Eorzea

No voy a hablaros de la historia. No porque esté en el movimiento popular que dice que un MMO no tiene historia, más bien porque cada uno la juega a su manera y, a veces, no es lo más importante, con independencia de si se puede considerar buena o mala en los términos que cada uno considere. De lo primero que quiero hablar es del mundo. De cómo se siente y cómo se mantiene a día de hoy.

Después de la jungla de menús el juego te recibe con una cinemática muy bien cuidada sobre lo que pasó en 2014. Resumen rápido: el juego salió como la mierda y lorísticamente lanzaron meteorito para cargarse todo. Easy.

La cinemática introductoria es algo de lo que tengo dos caras enfrentadas. Por un lado da una información importante sobre el mundo, te pone en situación y… que leche, transmite la sensación de guerrero de la luz que ni la serie de Netflix (serie que, aunque muy simple, me encanta). Una musiquilla arponiosa en crecendo que acaricia el oído con la nostalgia (no vivida en mi caso) y que te eleva hacia un mundo nuevo, un mundo de criaturas, aventuras, traiciones y buenos momentos.

Ya después de esto los gráficos se desabrochan el botón del pantalón y respiran. Esto no significa que se vea feo, estoy a favor del belly y de que actúe de manera natural, porque le da un carácter y autenticidad que, aunque sea casi un cozy game y esto pueda tratarle de menos, al contrario. La música sigue siendo igual de buena, aunque esté en loop todo el rato, ya que se mezcla con el visual de manera que solo Square sabe.

Qué se puede hacer

De momento no he exprimido todo lo que se ofrece en Eorzea. Un MMO es una carrera de fondo y un compañero, así que he llegado hasta los chocobos (también es que me distraje un montón roleando con emotes).

La lista de cosas que puedes hacer es muy variada. Misiones principales, espectaculares en cinemáticas y en el establecimiento del mood de la épica del momento. Misiones secundarias, menos ambiciosas en espectáculo, pero siendo más cercanas al mundo y a los personajes del día a día de cada región. Eventos de mundo dónde puedes conseguir equipo tocho formando parte junto con otros jugadores mientras vas de un sitio a otro. Comprar y decorar tu casa, un centro de reunión con el que forjar lazos con otros jugadores, un momento chill y, porqué no, presumir de choza. Y etcétera y más etcétera.

Todo esto se apoya en los distintos trabajos, tanto de combate como de lifeskill.

El lifeskill es algo por lo que busco muchos videojuegos. Es la oportunidad que tiene cada obra para crear nuevas mecánicas tanto diegéticas como no. Si una tarea repetitiva es divertida, bien.

En FFXIV tenemos 11 clases, dónde cada una tiene sus propias habilidades y que, por ende, puedes crearte tus arquetipos para cambiar entre clases (tanto de combate como de “vida”) de manera sencilla desde el inventario. Esto, sumado al gustirrinín de barritas subiendo, son ayudas en un camino que me gustaría tomar para distanciarme de las cosas del combate. No voy a mentir, en FFXIV el combate tiene un gran protagonismo, pero los sistemas de profesiones están tan bien diseñados y ligados al mundo pudiendo pasar horas pescando con tu clase de Pescador, para enseguida pasar a se Cocinero y crearte un bacalao al pil-pil.

Por último, pero no menos importante, una de las cosas que más me gustó siendo un novato es el icono del Sprout (o Brote para los de la lengua de Cervantes). Este icono aparece al lado te tu nombre y le indica a todo el mundo que acabas de llegar. Esto no es malo (en FFXIV al menos), al contrario. Los jugadores que me he encontrado están encantados de ayudarte y, además, tienes una serie de tutoriales en una arena que te enseña muchas cosas básicas de los MMOs y del trabajo en equipo. Cuidarte de los ataques zonales, trabajo en equipo con otros roles, o dónde redirigir el aggro es algo que no había visto nunca en otro juego y que, pese a llevar muchos años jugando, me he quedado con alguna que otra cosa que no sabía.

Algo malo tiene que haber…

En este caso tengo que hablar de dos cosas: la Presentación y la Monetización.

Con presentación no me refiero al inicio. Con presentación me refiero a cómo te presentan todas las opciones que tienes. Hay muchas, más de las poquitas que he comentado, y esto empieza a ser un problema que a cualquier novato le puede resultar abrumador. Siempre hay que aprender los nuevos conceptos que te arroja un videojuego por primera vez, y el primer desafío para los diseñadores es entender que preconceptos se pueden trastocar, de manera que se hagan familiares pero no “lo mismo de siempre”.

Hacer capturas, personalizar tu tarjeta, cambiar los equipos y guardar nuevos… todo tiene su ventanita y no sólo tardas en encontrarlas si no están acostumbrados. Sin embargo, hay una ventana en especial que me llama la atención cada que la abro. Los logros tienen la característica de tardar unos segundos largos en cargar. Personalmente, me gusta sacar logros, y más en un juego que premia con monturas, trajes u otros ornamentos si los completas. Tener que consultar cuánto llevas de X barrita de progreso y ver una yerma ventana mientras los datos vienen desde Japón en burra acaba siendo un poco tedioso.

Pero vamos a acabar el tema que a mí, en mi opinión, más destaca en todo este MMORPG. Para jugar a FFXIV en su forma base tienes que pagar el juego (hasta aquí todo okey) y una subscripción. Esto me escamará siempre.

Desde el inicio del auge de este género muchos intentaron imitar el movimiento que Blizzard tomó con World of Warcraft (2004, Blizzard Entertainment), pero todos han terminado por cambiar la susodicha subscripción por otras opciones más aviesas. Juego gratis pero micropagos, juegos a precio completo para luego meter pases de batalla…

Está claro que somos más susceptibles a los modelos de suscripción que antes, incluyendo modelos de negocio como Game Pass, y es una de las razones por las que le decidí dar un a chance de nuevo a esta hermosa aventura. Pero puedo entender a los que no queráis. Puedo entender que sólo juguéis la versión de prueba, gratis y que comprende un tercio del juego (incluyendo la historia principal + una expansión), y luego no volváis. De hecho, abogo porque en el futuro no se hagan más juegos así, dejando los modelos de subscripción a bibliotecas (aunque espero que todo esto acabe y volvamos al DVD).

Aunque a primera vista no lo parezca, no soy tonto. Entiendo el negocio, SÉ lo que cuesta un juego y mantenerlo. Lo que también SÉ es que todo es relativo, y otros juegos han podido triunfar dándoles apoyo por otro lado. ¿60 machacantes? No problemo. ¿Lo anterior (o menos) 15 al mes? Me cuesta defenderlo.

Me voy yendo ya

Para finalizar quiero decir que, ahora que puedo, seguiré con Final Fantasy XIV en el corazón un ratito más. Le acompañaré a casa (o el juego a mi) y, mientras descansa, estaré explorando otros mundos que me hagan sentir un porcentaje pequeñito como en casa como lo ha hecho este juego.

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